¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Crónica personal
Pedro Sánchez había preparado la cumbre hispano francesa pensando que tendría una importante carga electoral, se equivocó. No por la cumbre en sí, importante y de la que se podía vender, sin que fuera incierto, que Francia nos equiparaba con Alemania e Italia en cuanto al nivel de las relaciones; el nuevo Tratado de Amistad es amplio y muy positivo en todos sus capítulos. Pero el éxito lo reventaron los independentistas. Y entre los independentistas, los dos máximos dirigentes de ERC: Oriol Junqueras, líder del partido, y Pere Aragonès, presidente de la Generalitat.
Se lucieron los dos. Junqueras, por su cobardía. Se sumó a la manifestación que pretendía demostrar a Macron que Cataluña lucha por su independencia. Pero en cuanto escuchó los gritos de "botifler" -traidor- y "Ni España ni Francia, paísos catalans", se dio la vuelta. No quería líos, y mucho menos que se demostrara que no cuenta con el apoyo de los independentistas pata negra, que abominan de quienes negocian con el Gobierno central.
En la misma línea se movió Pere Aragonès, con un comportamiento que demuestra su escasa categoría, eligiendo en una visita de Estado dónde estar y dónde no estar. Sí a la foto con Macron, no se saluda a un presidente francés todos los días; y mutis por el foro en cuanto se escucharon los primeros sones de los himnos de España y Francia. Antes de irse le advirtió a Sánchez que el procés seguía adelante y a Macron que Cataluña quería ser socio de Europa. Rompía el habitual discurso de Sánchez , que presume de que Cataluña ha superado las revueltas independentistas. Han rebajado la violencia al conseguir muchas de sus reivindicaciones … pero a la mínima sacan los pies del plato.
Enmanuel Macron se debió llevar una imagen bastante chusca de Cataluña. Y, de segundas, debió preguntarse por qué Pedro Sánchez se empeñó en que la cumbre se celebrara en Barcelona, como si no hubiera otras ciudades en España no solo hermosas, para presumir, sino que recibirían como se merece a un Jefe de Estado. Más aún cuando se trata de un Jefe de Estado del país vecino, al que solo una línea separa de Cataluña. Probablemente nadie contó a Macron que en Cataluña todavía reciben peor al Jefe de Estado español; el presidente del Gobierno regional y la alcaldesa de Barcelona se esconden para no darle la mano.
Con lo estrictos que son los dirigentes franceses con el protocolo, seguro que Macron y su equipo han salido de Barcelona haciendo cábalas sobre la falta de inteligencia del presidente español para ejercer su autoridad ante los independentistas catalanes. Como han hecho los franceses con los corsos, por ejemplo.
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