Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
En tránsito
Si la amnistía al final se aprueba y hay investidura de Pedro Sánchez –y todo parece indicar que la habrá–, ayer habría sido un día perfecto para escenificar en el Congreso un acto que la justificase y que nos hiciera comprender que esa medida podía tener sentido. Ayer la princesa Leonor juraba la Constitución en uno de los escasos actos solemnes que se han celebrado en un país que va deslizándose progresivamente hacia los peores hábitos del bananerismo político (falta de independencia judicial, dictadura parlamentaria, opacidad informativa). Pues bien, ayer era el día señalado para que los grupos nacionalistas que van a beneficiarse de la amnistía manifestaran un mínimo –un mínimo– de lealtad institucional, y de paso, algo de cortesía humana. Pedro Sánchez se lo debería haber exigido a cambio de la amnistía. “Yo os doy la amnistía, pero vosotros hacéis un gesto que demuestre que os la merecéis”. No habría sido pedirles mucho: presentarse en el Congreso y hacer honor a su cargo de parlamentarios. Nada más que eso. Poca cosa, en realidad.
Pues no. Al final, los parlamentarios de esos grupos nacionalistas que van a beneficiarse de la amnistía no estuvieron presentes en la ceremonia y prefirieron manifestar su rechazo a la princesa Leonor –y a la Constitución– con su habitual sintaxis neandertal y sus modales patibularios. Fabuloso. Si bien se mira, ese gesto debería haber sido la condición ineludible para que se concediera la amnistía. De este modo habría quedado claro que todos ceden y que hay una voluntad común de llegar a un mínimo acuerdo. Y justo por eso era lo mínimo que les debería haber exigido Pedro Sánchez. Pero está visto que Sánchez ni siquiera se planteó exigírselo. O si se lo exigió, lo hizo con tan poca capacidad persuasoria que los beneficiarios de la amnistía se pasaron la petición por el arco de triunfo.
Nuestro apolíneo caudillo Sánchez le dijo a la princesa Leonor que contaba –cito textualmente– “con la lealtad, el respeto y el afecto del Gobierno”. Naranjas de la China. Si fuera cierto, Sánchez habría hecho todo lo posible para que los grupos políticos nacionalistas no se ausentaran con malas maneras de un acto tan importante como el juramento de la Constitución. Pero ya sabemos que eso le importa un pimiento a Pedro Sánchez, nuestro gran caudillo (bananero) del siglo XXI.
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