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El presidente del PP ha dado un giro a la política que mantenía hasta ahora el PP respecto al aborto, imponiéndose al sector más conservador del partido. Núñez Feijóo ha hecho suya la decisión del Tribunal Constitucional dando validez a la ley de plazos, aunque ha expresado la discrepancia de su partido con otros aspectos del texto, como que las menores de 16 a 18 años puedan abortar sin permiso paterno. Pide que se regule la objeción de médicos y personal sanitario, y que las mujeres que quieran abortar se sometan previamente a tres días de reflexión.
La ley ha sido rechazada por PP y Vox, que ha acusado al PP de traicionar la posición mantenida hasta ahora. Feijóo ha desafiado al ala más derechizada de su partido, que probablemente derivará en que podrían irse a Vox en futuras elecciones, pero el presidente del PP ha querido insistir en la moderación y, sobre todo, apoyar una resolución del Tribunal Constitucional.
Irene Montero se ha apuntado el tanto con la aprobación de esta ley, pero también de otra también muy controvertida, la llamada ley trans. No solo el PP y Vox han expresado su oposición, sino una parte importante de mujeres del PSOE y de organizaciones feministas. Más allá de posturas fóbicas hacia los transexuales, que las hay, esa ley puede tener graves consecuencias producto de la irresponsabilidad con la que se ha elaborado, sin tener en cuenta las consideraciones de los profesionales de la medicina. Se permite el cambio de sexo a partir de los 12 años, una fase en la que las dudas sobre sexualidad y género de los niños están a la orden del día.
La sociedad necesita leyes que regulen la posibilidad de cambio de sexo con garantías médicas y de aceptación social, pero la promovida por Podemos va a tener resultados tan graves como la ley del solo sí es sí. Los médicos alertan por ejemplo de que la primera inyección hormonal supone ya la irreversibilidad del proceso; aunque se interrumpa el tratamiento el cuerpo del sujeto nunca volverá a ser el mismo, con todo lo que eso significa para su futuro.
En estos días se han multiplicado los testimonios de personas trans que reconocen su error por haberse precipitado, ya maduras, en el cambio de sexo; si se equivocan personas maduras, cuánto más menores que no cuentan con suficiente información en años en los que es habitual cuestionarse todo.
En este Gobierno se piensa más en qué ministros se apuntan un éxito con la aprobación de su ley, que en los males que puede provocar esa ley. Reflexión que no va por Irene Montero, sino por el presidente.
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