La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
La principal pregunta que suscita los resultados de las elecciones catalanas es la siguiente: ¿Son el final o el comienzo de algo nuevo para la política catalana? Sobre todo, lo que se discute es si estas elecciones representan el final del procés y además constituyen, el comienzo de una nueva etapa política.
Una de las cuestiones importantes que ha afectado a estas elecciones era, evidentemente, la misma que ha marcado la política española en esta legislatura: ¿Los indultos y la amnistía a quién benefician? Las elecciones catalanas han demostrado que, desde luego, no han beneficiado a los independentistas. No ha sido el factor fundamental de estas elecciones pero hoy en Cataluña el clima político es muy distinto al de confrontación con Mariano Rajoy, que dio lugar al procés. Nunca los partidos independentistas habían sido tan débiles desde 1980.
De hecho, nunca habían tenido tan pocos escaños la suma de Junts, ERC y la CUP. Incluso con la recién llegada Aliança Catalana, la ultraderecha independentista, la suma es exigua: 13 escaños menos tiene ese bloque que, por primera vez, desde las primeras elecciones autonómicas en Cataluña, se queda lejos de los 68 escaños que dan la mayoría absoluta en el Parlament. Frente a este bloque, la subida del PP es muy importante, alcanzando 15 escaños, eso sí en competencia con Vox, que parece asentarse en el sistema político catalán. Finalmente, los 42 escaños de Salvador Illa, significan 9 escaños más – y siete escaños más y 200000 votos más que Junts-.
De hecho, el cambio entre 2017 y 2024 es evidente. Si los independentistas lograron sacar a dos millones de personas a la calle y un resultado extraordinario en las elecciones de 2017, cuando Rajoy apostó por la política de choque total y judicialización —entonces apoyado por Sánchez, que respaldó la aplicación del 155— ahora las movilizaciones son muy pequeñas y el voto se ha quedado en la mínima expresión. Además, según los propios sondeos del CEO, el centro oficial de encuestas catalán, la caída de los ciudadanos que apuestan por la independencia es también muy evidente. En 2017, ganaban (49% a 44%) los independentistas, y ahora se ha invertido: el 51%, no quiere la independencia frente a un 41% que la desean.
En cualquier caso, la pérdida de la mayoría y del poder del bloque independista, la caída del apoyo ciudadano al independentismo y la victoria del PSC de Salvador Illa no señalan un futuro fácil. En sentido, podemos hablar de un final del procés pero que será resiliente, tanto en Cataluña como en la política nacional –en la que Junts seguirá siendo un verso suelto y difícil del actual gobierno de coalición-.
De hecho, Salvador Illa se enfrenta a una difícil nueva etapa política. Ganador de las elecciones se enfrenta al intento de gobernar y, si lo consigue, con una difícil gobernabilidad, más basada en apoyos puntuales –por lo que estamos viendo en los últimos días- que en la posibilidad de forjar una coalición. Cataluña, final y comienzo, comienzo y final, sea como sea, parece que se vislumbra otra cosa.
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