Gente de gatillo fácil

La tribuna

18 de marzo 2011 - 01:00

EL responsable de relaciones internacionales del Partido Popular, Jorge Moragas, ha manifestado al Gobierno el apoyo del Partido Popular a una eventual intervención armada en Libia, en el marco de una acción concertada y apoyada por Naciones Unidas y la OTAN.

Ya sabemos que en las filas del PP y del PSOE se apuntan a lo del gatillo fácil, y algunos de ellos a los que, en estilo Clint Eastwood, les gustaría que le alegrasen el día. Pero quisiera recordar algunos datos para desenmascarar las temeridades de estos políticos que, a veces, rayan con la idiotez.

El 17 de septiembre de 2003, el entonces presidente Aznar llegó a Libia para entrevistarse con Gadafi. Aznar manifestó en la ocasión ante el dictador libio, el compromiso de España para reintegrar a Libia con una actitud positiva en la comunidad internacional. Se adelantaron algunos compromisos petroleros con empresas españolas y como premio por la visita se trajo de regalo de Gadafi un caballo de raza árabe. Curioso que a partir de esa visita, el yerno del ex presidente José María Aznar, Alejandro Agag, ande metido en negocios en el país del norte de África.

Cuatro años más tarde, en diciembre del año 2007, Gadafi realiza una visita a España donde es recibido con todos los honores. Ojo, de esto hace muy poco tiempo. Instaló su enorme jaima con sus correspondientes vírgenes ni más ni menos que en el Palacio del Pardo, donde se reunió con los empresarios españoles, con Zapatero en la Moncloa y una comida al día siguiente con los Reyes en Palacio Real.

Desde el año 2003 hasta hace unos días le hemos estado riendo las gracias al dictador porque nos interesaba, sobre todo, su petróleo, su dinero y los negocios. Y ahora, en pocos días, cambiamos de rumbo nuestra retrasada política internacional anterior, para desenfundar nuestro colt, arquear las piernas en actitud amenazante y fruncir la mirada.

En aquellos entonces ya advertimos el peligro de no presionar a Libia con medidas tendentes a la democratización del país, pero nuestros políticos han preferido mirar para otro lado por la necesidad energética. Si en el año 2003 se hubieran iniciado una serie de presiones progresivas, a día de hoy no estaríamos desenvainando la espada. Pero darle a los responsables de estas nefastas políticas la inteligencia necesaria para moverse en el escenario internacional igual es mucho pedir.

Una intervención armada en Libia, en estos momentos, puede tener unas consecuencias gravísimas. Primero, por el propio petróleo libio; segundo, por el conflicto abierto en el Mediterráneo; tercero, por el peligro del tráfico marítimo en el canal de Suez y, por último, por la desestabilización en Oriente Medio que puede desencadenar una guerra de mayor escala con un Israel atemorizado por la rapidez con que se suceden los acontecimientos.

Si esto ocurre, no se preocupen por que hayan bajado la velocidad en carreteras a 110 km por hora, porque tendremos que volver a la carreta, el caballo y el burro y a la bicicleta como medio de transporte de mayor velocidad.

Lamentablemente, ahora tendremos que hacer lo que no hicimos en 2003. La comunidad internacional tendrá que iniciar todo un proceso de restricciones al dinero libio, aplicar sanciones y marcar procesos para la democratización del país. Estas medidas llevan algunos años para que puedan consolidarse, pero ya estaríamos en ellas si no hubiésemos pecado de ligeros.

Lástima que no contemos en este país con políticos de altura para saber prevenir convenientemente y adelantarse a los movimientos futuros de la economía y las relaciones internacionales. Mientras tengamos mediocres como representantes siempre seremos llamados a tirar de gatillo.

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