La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
La pasada semana tuvo lugar uno de los grandes discursos parlamentarios de la presente legislatura. Un diputado malagueño, Guillermo Díaz, puso al resto de los diputados ante el espejo de sus disputas infantiles y luchas cainitas y supo mostrar al resto de España que hay lugares donde el encuentro y la concordia aún existen. Haber puesto a Málaga en el centro de ese lugar, que la transición española supo crear y que otros se esfuerzan tanto por destruir, es un acierto y una realidad que todos empiezan a reconocer y que merece la pena seguir impulsando.
La propuesta del PSOE, para que todos apoyaran la Expo de 2027, ha sabido poner a cada uno en su sitio. 319 votos a favor, ninguno en contra, y la curiosa abstención de sus socios nacionalistas, ERC, PdCat, CUP, BNG y EH-Bildu, que no les bastaba con la rebaja del delito de sedición. Está claro que hay partidos insaciables que sólo se miran el ombligo y son incapaces de salir de su terruño y de su tribu, y eso cada día lo tienen más claro el resto de los españoles y también de los europeos.
La intervención en el Parlamento del diputado de ciudadanos ha sabido reconciliarnos a muchos con nuestra clase política. Porque, incluso en los tiempos más revueltos de su formación y con tanto fuego amigo alrededor, alguien ha sabido brillar con luz propia en defensa de los que le han llevado a las instituciones. Esta forma de proceder, tan propia de los parlamentarios británicos pero tan excepcional en España, transforma a los culiparlantes en proactivos defensores de sus votantes y establece alianzas más allá del servilismo a la estrategia partidista. Ver esos vacíos en el Congreso, tantos sillones rojos o azules donde sus ocupantes ni están ni se les espera y que, tras una intervención que nadie escucha, llegan raudos y veloces a emitir el voto que les indiquen y salir pitando de nuevo, es simplemente patético.
Pero esta arcadia que se les ha presentado desde la Costa del Sol es una realidad reconocible y reconocida y, por tanto, de la que nos debemos sentir orgullosos todos sin excepción. Parafraseando al propio Guillermo Díaz en su alegato a Málaga, "desde que Torrijos entregó su vida por la libertad, desde que Cánovas llevó nuestro carácter más allá de la provincia y desde que Picasso exportó su arte al mundo entero" son muchos los que hoy se sienten un poco más malagueños. "Y usted que me lee, si quiere, también".
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