El balcón
Ignacio Martínez
Negar el tributo y lucir el gasto
Las tecnologías predominan hoy en las campañas electorales. De aquellas campañas en las que pertrechados con un cubo, cola y cartelería íbamos embadurnando y ensuciando paredes con la cara sonriente de los candidatos, a las actuales donde ya se hace raro ver algunas que otras banderolas han transcurrido más de cuarenta años de nuestra democracia. Internet, las televisiones, redes sociales o los medios de comunicación digitales han sustituido el contacto personal con los ciudadanos en las calles, el famoso puerta a puerta para explicar los programas electorales o incluso los mítines que ya solo se realizan para enfervorizar a los propios y simpatizantes. Todo esto es producto del lógico desarrollo de la tecnología que tanto está influyendo en la vida de los ciudadanos, sobre todo en el campo de la comunicación e información que es lo que predomina en las campañas políticas. Lo que hoy se detecta es que con el uso de estas nuevas herramientas de comunicación, además de que se produce un distanciamiento o contacto personal con los electores, todo se confía a la emotividad que inspiren los candidatos, los nada atractivos debates televisivos entre periodistas de uno u otro signo político o a la novedosa diaria proyección de encuestas con la que se pretende influir sobre el ánimo o desánimo de los contendientes.
Sin embargo el núcleo de una campaña electoral, que no es otro que hacer llegar las diversas propuestas políticas encaminadas a satisfacer las demandas de la población, y que antes se plasmaban en los programas electorales, hoy brillan por su ausencia ya que ni entre los debates entre candidatos son capaces de proyectarlas, como ocurrió el pasado lunes entre los dos principales presidenciables. ¿Quiero esto decir que los ciudadanos acuden a las urnas sin los elementos de juicio suficientes?. Las anteriores elecciones del 28 de mayo demostraron que no. La razón está en que las campañas electorales se inician al día siguiente de ganarlas y tener que acometer después un nuevo periodo de mandato local, autonómico o legislativo. Un buen gobernante que demuestra una gran dosis de sentido común, cercanía y empatía con sus ciudadanos, capacidad de servicio y un buen equipo que gestione los intereses generales de sus ciudadanos, se hace merecedor de la confianza de los votantes. Sin ir más lejos, tenemos el ejemplo de los presidentes de Comunidades Autónomas, y de alcaldes de ciudades y miles de pueblos en toda España que han visto revalidado su mandato. Cuando un presidente de gobierno como Pedro Sánchez, se queja de que la gente no le respeta, no sabe valorar sus grandes logros y se siente rechazado allí donde acude públicamente es que tiene un serio problema de aislamiento y de desconocimiento de la realidad española, después de cinco años de mandato. Madeleine Albright, que fué Secretaria de Estado de los EEUU, dijo que “lo que la gente puede elegir, también lo puede cambiar”, esta es la grandeza de la democracia.
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