¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Confabulario
El candidato del PP, don Juan Manuel Moreno, ha escogido presentarse ante el electorado como Juanma (léase Juarma), jibarizando, de modo manifiesto, sus siglas. Esta estrategia se dirige, probablemente, a sortear las reticencias del votante indeciso, presentando a Juanma como un joven voluntarioso y ponderado que viene a solventar problemas, al margen o por encima del zigzagueo político. Es decir, dicha estrategia va encaminada a presentarnos al señor Moreno como un héroe de la normalidad -Juanman-, que sobrevuela suavemente la realidad incierta que hoy nos atenaza. Y parece que la cosa funciona.
El señor Espadas también ha prescindido de sus siglas, de modo aún más notorio, en los envíos postales. Sin embargo, el señor Espadas, que venía de cumplir decorosamente como alcalde de Sevilla, se halla gravado por dos rémoras, acaso insalvables: la prolongada ejecutoria del PSOE andaluz, y la propia ejecutoria del Gobierno de la nación, cuyo presidente no cuenta con las simpatías de todo el electorado socialista. En tal sentido, el adversario del señor Espadas no es tanto el señor Moreno, sonriente adalid de la moderación, como la errática marcha de sus siglas, cada vez más asediadas por la actualidad económica. Obra también en favor del señor Moreno cierta paz espiritual, que otros consignarían como ausencia de nervios. Esta beatitud por lo civil de Juanman ha llevado, sin embargo, a la exasperación de su mayor oponente, la señora Olona, cuyas aparatosas amenazas -la vicepresidencia a cambio de un voto- parecen indicar que el señor Moreno ha encontrado el camino hacia una mayoría autosuficiente, que pudiera verse asistida por los votos de Ciudadanos, si dicha formación -verdadero mártir de esta ordenada escabechina-, consigue representación en el viejo hospital de las Cinco Llagas, fundado por doña Catalina de Ribera hace ya medio milenio.
Por no salirnos de la fabulación literaria, cabría comparar al señor Moreno con aquel Juan sin Miedo de los hermanos Grimm, cuya doble virtud (cierta obstinada inocencia) encarna el señor Juanma de modo deliberado. Recordemos que fue una candorosa ignorancia del temor la que hizo al joven Juan rico y dichoso. Y es así como el señor Moreno parece habitar el castillo de San Telmo, sin atender a viejos espectros de otra hora. Tarde o temprano, el joven de la fábula descubrirá el miedo. No obstante, hoy todo conspira en su favor. De modo que, salvo sorpresa, será Juanman, antihéroe educado y sonriente, quien gobierne el sur en solitario.
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