Málaga CF: Deseos y realidades

02 de febrero 2022 - 08:02

Una cosa está clara: O el Málaga tiene equipo de play off o el equipo no tiene nivel. Las dos cosas al mismo tiempo no pueden ser. No estamos ante el gato de Schröndinger. No. A este plantilla hay que exigirle que termine la temporada entre los diez primeros clasificados y rondar la sexta plaza. ¿Hay mejores equipos? Por supuesto, más de seis seguramente, pero tampoco todos ellos están hoy en esas ansiadas posiciones.

Lo que le pasa al Málaga es que no tiene un solo futbolista en la actualidad que esté en su mejor versión. Absolutamente ninguno. Eso es intolerable. Una degradación paulatina de poco más de dos meses en la que se pasó de una semana triunfal derrotando a Tenerife y Las Palmas a vivir algunos de los espectáculos más bochornosos de su historia. Pero a finales de noviembre la realidad era que el equipo competía (con sus altibajos) y que los minutos de juego estaban caros. Si hasta se olvidó por momentos la ausencia capital de Luis Muñoz... Eso significa que había madera que tallar.

Como siempre que la nave zozobra, igual alguno pensó que el Málaga podía ir al zoco invernal a por todo lo que ahora parece que le falta a la plantilla (que tiene evidentes carencias no se discute). Pero los deseos son unos y la realidad, otra. En la dirección deportiva también sabían que era necesario hacer refuerzos. De hecho, fraguó dos buenos fichajes con antelación a los tiempos comunes, contando ya a primeros de enero con ellos. Todo, teniendo además que solventar el escollo de la sanción de la FIFA. No debe ser sencillo conseguir convencer a dos futbolistas de Primera como Vadillo y Febas a un coste aceptable mientras no paraban de leer que igual no podrían ser inscritos.

Ahora parece como si ambos fuesen parte del reparto original, dos causantes más de la deriva deportiva. Porque el fútbol va así, acelerado, como estos tiempos en los que pensar a medio plazo es un lujo que casi nadie puede permitirse. Y en mitad de la temporada de caza, el caso Antoñín y el despido de José Alberto López, obligando a un esfuerzo económico extraordinario y a tratar de dar con el mejor relevo posible dentro de lo que la rueda de entrenadores ofrecía. Alguno declinó venir por una cuestión salarial.

Aun con todo, la entidad trabajó hasta el último momento del 31 de enero (lo que se calculaba) para conseguir dos refuerzos de nivel que reactivarían la plantilla. Finalmente no cristalizaron, como el caso de Kike Pérez, que acabó en Primera. Es normal que eso genere decepción de entrada, porque el aficionado sólo ve que a su Málaga le faltan piezas y quiere soluciones para anteayer. Igual si la pelota vuelve a entrar y las aguas se calman, se entenderá que quizás era la solución menos mala.

Manolo Gaspar no ha acertado en todo lo que ha traído ni lo va a hacer. Ni existe el director deportivo que lo consiga. Pero ha tenido la personalidad suficiente para no fichar por fichar con la que está cayendo en el entorno. Habría sido la opción fácil y populista, la que menos afectaría a su imagen. Y no se le podría acusar de nada que todos sus predecesores no hubieran hecho. Ha optado por no hipotecar parte del futuro próximo (que si nada lo remedia está abocado a más austeridad) aun sabiendo que se le van a exigir cuentas también.

Esta semana volverá a ponerse delante de las balas, porque al final es el único que da la cara en una viña sin patrón y que lleva dos años bajo tutela judicial, con los accionistas mayoritarios vendiendo sus burras donde siempre mientras se resuelve su Juego de Tronos de Hacendado. Los que están en La Cueva se puede equivocar, pero siempre será mejor que volver a Alí Babá y los 40 ladrones. Igual es hora de que José María Muñoz dé explicaciones al malaguismo y recuerde el contexto.

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