En tránsito
Eduardo Jordá
Sobramos
Decía el jueves el premio Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa, en su primer encuentro con la universidad once años después de su nombramiento como Honoris Causa, que si no hay literatura sobre ellas "las ciudades son tristes y pasajeras". No creo que Málaga corra ese riesgo, pero me temo que tampoco puede presumir en exceso de su presencia en los libros. Hasta ahora. La última novela de Antonio Soler la sitúa como la auténtica protagonista. Y las intenciones del autor, o al menos de la editorial en el resumen que ofrece de la obra, muestran la ambición de partida. Cita el Ulises de James Joyce, que encumbró a Dublín, porque la acción también transcurre en un solo día, y la adscribe al género literario que se centra en el desarrollo de la vida de una ciudad, como el Manhattan Transfer, de John Dos Passos o Berlín de Alexanderplatz. Y desde luego, algunos pasajes, en los que no hay posibilidad de agarrarse ni a un punto para tomar un respiro, sirven de muestra de la intensidad de este relato malagueño de pura cepa.
Ojalá Málaga se convierta también en una ciudad de novela. Por cierto, en la búsqueda de información para elaborar este artículo, hallé un módulo para mayores impartido por la profesora universitaria Amparo Quiles en el curso 2015-16 con el título que encabeza esta columna: "Málaga en la literatura" en la que repasa textos y autores de los siglos XV al XX. Desde la escuela antequerana, que precedió a Góngora a Espronceda. De Salvador Rueda a Clarín, Galdós, Unamuno o Baroja. Y lógicamente Muñoz Rojas, Manuel Alcántara y María Victoria Atencia.
Pero ninguna campaña de marketing podrá igualar el poema Ciudad del Paraíso que Vicente Aleixandre dedicó a la urbe malagueña. Nunca he entendido esa obsesión por buscar otros lemas identitarios que las distintas corporaciones se han empeñado en acuñar para reemplazar al mejor. Desde Capital del Sur de Europa por el que apostó Pedro Aparicio a los más recientes de Ciudad Genial o Ciudad de los Museos, que no necesitan demasiada explicación.
El martes, coincidían en Málaga en unas jornadas de la Fundación Alcántara los directores de los dos periódicos más importantes de Sevilla. Y su diagnóstico era prácticamente coincidente. La cultura es ya una seña de identidad malagueña. Un cambio notable, porque, aunque en las últimas décadas figuró con el sobrenombre de Capital de la Costa del Sol, que nunca ejerció.
Contaba Vargas Llosa, en el seminario organizado por el Aula María Zambrano de Estudios Transatlánticos, que a veces las ciudades que construye la literatura poco se asemejan a la realidad y en ocasiones se ofrece de ellas una "imagen feroz". Esperemos no dar todos los motivos, pero algunas semillas ya se han plantado.
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