La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
La ciudad y los días
Me he resistido a escribir sobre quienes con ninguna gracia y menos ingenio han faltado el respeto a la Virgen del Rocío, a sus devotos y a los andaluces en un gesto de supremacismo catalanista que, si se tratara de otras religiones, culturas y grupos humanos, se consideraría un delito de odio. Porque es darles alas. Callarse es consentir. Pero protestar es darles importancia y difusión. Aventar su mierda. ¿Imaginan el disgusto de estos tipos si su gracieta hubiera pasado desapercibida? Protestando, lo que, por supuesto, es legítimo, se les hace un favor. Y además es un gesto estéril si no hay medios legales para defenderse, porque los símbolos y los sentimientos religiosos católicos están desprotegidos en este país en nombre de la libertad de expresión. Y esto sucede, curiosa y significativamente, en plena efervescencia progre-woke de la cultura de la cancelación. Parece que en cada momento los poderes dominantes interpretan a su manera qué debe ser protegido por la libertad de expresión y qué debe ser censurado.
La polémica ha tenido el efecto indeseable de dar voz, no solo en el sumidero de las redes, sino en los medios, a quienes se creen superiores por razón de supremacismo nacionalista y desprecian a los andaluces y la cultura andaluza (alta y popular, que las dos se citan en el Rocío desde la Santa María de las Rocinas de Alfonso X a la romería actual); y a quienes, por creerse descendientes de la pata de Feuerbach, Nietzsche o Marx (no leídos o mal digeridos) aborrecen a los creyentes, odian la religión y defienden un laicismo que no busca la muy necesaria y sana (para ambos) separación entre el Estado y la religión, sino arrojar al cristianismo de la vida pública como indeseable residuo de supersticiones si no de cosas más graves (el responsable del programa de TV3 se ha referido a la Iglesia, los católicos y las hermandades como "sectas controladas por pederastas"). Las barbaridades basadas en el supremacismo nacionalista, en rancios tópicos antirreligiosos y anticlericales y en el laicismo de exclusión que se han leído y oído estos días en muchos medios serios ("grandioso y lucrativo teatro en torno a una estatua" se ha llamado al Rocío en la Ser) demuestra que las protestas, además de no servir de nada, han dado fama a los ofensores, voz a los nacionalistas supremacistas catalanes que desprecian a los andaluces y alas al odio a la Iglesia y a los católicos.
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