Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Quousque tandem
Como usuario de algunas redes sociales, y por lo que escucho y leo, ya no me sorprende la cantidad de bulos, paparruchas, infundios, patrañas, mentiras descaradas y manipulaciones que se comparten en ellas. Al fin y al cabo, las barras de todos los bares y tabernas que existieron y existen, han sido testigos de las más insostenibles teorías y conspiraciones. De todos es bien sabido que el descubrimiento de ingeniosas propuestas económicas para acabar con el desempleo en un pispás, gobernar "cómo debe ser" o impartir justicia "auténtica y no lo que tenemos" es, en cualquier tertulia de sobremesa, directamente proporcional al alcohol ingerido por el proponente. Y se ve que en las redes sociales no íbamos a ser distintos. Aunque aquí, más que el consumo de espirituosos, lo que mueve a los agitadores y propagandistas suele ser algún interés espurio.
Y es que tampoco hay nada novedoso en la propagación de bulos, ni en el uso político y social del agitprop, ese término originado en la Rusia prerrevolucionaria que debemos al doctrinario marxista Gueorgui Plejánov y que tan bien usó Lenin para remover a las masas mediante argumentos emocionales y poco razonados. O, al menos, razonados de modo que parezcan ciertos a quien está dispuesto a creerlos porque reafirma sus ideas previas basadas más en los prejuicios que en el conocimiento. Y eso, hoy, es casi una rutina en las redes sociales. ¿Qué les voy a contar? Los momentos estelares que nos dan a diario son absolutamente memorables. Entre los rumores de manipulaciones electorales, vacunas genéticas, planes Kalergi y demás pamplinas o las alertas antifascistas que van a acabar por acusar hasta a la pringá del puchero, la diversión parece garantizada. Lástima que no se trate de un programa de humor gamberro.
Porque lo que sí me sorprende y es más, me preocupa sobremanera, es la facilidad con la que se aceptan la mayoría de esas aparentes noticias soportadas, las más de las veces, en la nada. Y lo más triste es que todo esto ocurra justo en el momento de la historia en el que los ciudadanos tenemos mayor y más libre acceso a todo tipo de fuentes de información. Sin embargo, ni lo utilizamos, ni contrastamos aquello que nos pueda parecer, cuando menos, extraño. Tristemente, absorbemos la mentira que refuerza nuestros prejuicios con muchísima más facilidad que la verdad que los haría desmoronarse por la mera fuerza de la razón.
También te puede interesar
Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
Al final del túnel
José Luis Raya
Fe de erratas
El mundo de ayer
Rafael Castaño
El camino no tomado
¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
El himno a violín
Lo último
La tribuna
Los muertos de diciembre
Tribuna Económica
Carmen Pérez
T area para 2025
Editorial
Compromiso y lealtad institucional