La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Sorprende conocer cómo se ha despedido a un músico de la banda municipal del Ayuntamiento de Barcelona por no tener conocimientos de catalán suficientes para tocar el clarinete. ¿Se imaginan que Beethoven, que se quedó sordo, hubiese sido cuestionado para crear música, dada su limitación? Es evidente que vivimos tiempos complejos, pero la radicalización lingüística no nos puede hacer perder la razón, por muy importante que le parezca a algunos.
Hoy las tecnologías empiezan a derribar muchas de las barreras humanas. Y en especial la traducción simultánea avanza, gracias a la inteligencia artificial, a pasos agigantados. Lo que difícilmente puede lograr es que los sonidos de un clarinete tengan una tonalidad más catalana o turco-chipriota, de ahí lo ridículo de todo este asunto. Pero no es la primera vez, ni será tristemente la última, en que veamos estas paradójicas situaciones. Hace ya años se le planteó a la propia Universidad de Málaga, a través de su departamento de Matemática Aplicada, la posibilidad de colaborar en el diseño eficiente del sistema de alcantarillado de la ampliación de Barcelona. Pero la oferta decayó por el poco nivel de catalán que tenían los matemáticos malagueños, cosa lógica ya que en esta tierra se prefieren tener mayores conocimientos numéricos y científicos.
Y en esta sarta de incongruencias, el gobierno vasco ha tenido que dar marcha atrás a la exigencia de un alto nivel de euskera para que los médicos ejerzan su profesión en esta zona de España. Por fin se han dado cuenta que necesitan mejores sanitarios, con una mayor formación y nivel de conocimientos, antes que obligarles a que sepan expresar una receta con RH negativo. La sutileza con la que han expresado este cambio es, sin duda, un sostenella y no enmendalla, como refleja el hecho de que “la Osakidetza permitirá que personal sanitario extracomunitario pueda ejercer en el País Vasco”.
Pero al final con la salud no se puede jugar y, más temprano que tarde, esta misma situación ocurrirá con la educación, la seguridad o la política en general. Las banderas de las lenguas sirven para comunicarse y, en muy poco tiempo, creerse especial por hablar más idiomas pasará a mejor vida. Las ideas, se expresen como se expresen, merecen la pena si son positivas para la humanidad. Porque ya lo decía Miguel de Unamuno: “La lengua no es la envoltura del pensamiento sino el pensamiento mismo”
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