La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
El mundo de ayer
Yo nací en Sevilla, pero mi padre, por si no lo saben, es de Alcorcillo de Aliste, un pueblo chiquitito y zamorano pegado a Portugal. Todos los veranos íbamos a ver a mis abuelos y a encontrarnos con mis tíos y mis primas, que viven en Zaragoza. Dábamos paseos, íbamos al bar a comer helados, pasábamos las noches jugando a las cartas.
Ahora seguimos yendo, tratando de vernos o cada cual por su lado, porque el año es largo y los años son cortos, y el abuelo se fue y nacen los nietos, y llegan y se van los trabajos, y el tiempo y las agendas son muchos y divergen y es difícil concertarlos. Mi padre sube y baja por la A-66, por la Ruta de la Plata. Mis tíos y mis primas van y vienen por la N-122, por el valle del Duero. Yo voy y vengo en tren desde Madrid. Hay muchas historias parecidas, y por eso escribo esta, porque creo que hablando de mí estoy hablando, aunque sea un poco, también de ustedes.
Hace unos meses subimos todos los que pudimos a Zamora, a la capital, porque mi abuela, que tiene 97 años, estuvo muy mala. Un viernes el doctor le dijo a mi padre que al lunes no llegaba. Pasó el fin de semana, y el lunes y el martes pasaron, y el miércoles mi abuela salió del hospital para seguir viviendo. Se llama Petra, y es dura como su nombre, como tantos en su tierra. En un pasillo de su residencia hay un tablón dedicado a los residentes centenarios. Habrá como seis o siete fotos. Todo aquí dura más o es más lento. No sé si es el frío o el hambre o el trabajo, o si son el frío, el hambre, el trabajo y veinte penurias más, que España si en algo fue rica hace años fue en penurias.
Voy a verla cada mes más o menos, y mi padre y yo nos quedamos sentados un rato cada día a su lado. Hablamos poco y de pocas cosas, porque está muy sorda, pero tiene bien la cabeza, que es lo más importante, y muy buena memoria. Yo creo que la he heredado de ella. Me acerco a su oreja y le pregunto lo que sea a voz en grito, y a veces se entera y otras no. Pienso que es como acercarse a una ventana abierta y oscura, y que al adentrarse en su negrura mis ojos, que son los ojos del pensamiento y del recuerdo, se ajustan y ven un inmenso panorama, lleno de tiempos y de lugares: ven a mi abuelo en Francia, de ilegal, y ven a mis abuelos dejándolo todo para irse a Locarno, al hotel Quisisana, y ven los chopos altos y los arroyuelos suaves, y los campos de trigo, y las vacas y las moscas, los carros y los todoterrenos, y ven las pieles curtidas, las manos duras, las botas sucias. Y al fondo del todo mi abuela tal vez me vea a mí, asomado a su mundo, pensándola y pensándome, y creo oírla decirme, sonriendo: “Yo soy tú”.
También te puede interesar
La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
´¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
Esplendor del Palacio Real
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Los que manejan el mundo
Envío
Rafael Sánchez Saus
Luz sobre la pandemia
Lo último