La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Estamos en el resbaladizo momento de los experimentos políticos, donde cualquier hipótesis puede ser la correcta, De nuevo, el inabarcable espacio a la izquierda del PSOE afronta su enésima restructuración, buscando confluencia y unidad dentro de la más rabiosa fragmentación. Desde tiempos de Anguita, cuando el PC dejó de ser el PC, todo han sido fórmulas de recomposición y refundaciones que se han ido culminando con sus correspondientes frustraciones Todos los intentos de domeñar este asilvestrado espacio político parten de las mismas premisas: superar el encorsetado marco de los partidos clásicos, sustituyéndolos por supuestas uniones espontáneas desde la base, primando la democracia a la jerarquía y la libertad a la disciplina. Si se fijan, los esfuerzos para lograr la ansiada unidad se basan en similares paradigmas y a lo lejos se parecen como dos gotas de agua. Todas intentan o han intentado un nuevo movimiento político, aglutinador de distintas tendencias, con un punto de mesianismo en su formulación y con la satisfacción algo infantil de haber vuelto a inventar la pólvora.
Este es también en términos generales el planteamiento que pretende liderar la vicepresidenta Yolanda Díaz, si bien con una complicación añadida a su labor. El movimiento aglutinador que pretende parte con contradicciones en su seno que pueden ser insalvables y que son el resultado de los anteriores intentos fracasados. El calendario electoral va acortando rápidamente el recorrido de lo que parece un callejón sin salida. El éxito de la fórmula Sumar va a radicar en que en su seno se diluyan casi hasta desaparecer las trazas y restos del movimiento Podemos que, quieran o no, es su antecesor. Los grupos, confluencias, asambleas y círculos que se han aliado con la ministra de Trabajo tratan de superar su mala experiencia con los dirigentes de la formación morada de los que son sus damnificados. Más País, En Común, IU y otras corrientes no aceptarán de nuevo el liderazgo de los seguidores de Pablo Iglesias. Pero, por otra parte, Podemos y lo que todavía electoralmente arrastre no aceptará formar parte de ese nuevo conjunto si su impronta, influencia y fuerza no está suficientemente garantizada. No sonará a nueva fórmula si en las futuras listas aparece demasiado el color morado, pero no habrá fórmula de unidad si Belarra y sus compañeros de partido no se sienten suficientemente reconocidos. Solo el riesgo al precipicio electoral puede obrar el milagro.
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