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La tribuna
VAYA por delante que no soy ni psicólogo ni sociólogo. Ambas disciplinas me gustan pero lo único que cumplo del título de mi reflexión es la de divorciado en trámites. Cuando las personas nos casamos y vivimos felizmente, con nuestras parejas, las necesidades cubiertas, enamorados, no se es consciente de la cantidad de sufrimiento que hay por ahí en tantos hogares por problemas de convivencia, por infidelidades, por escasa solvencia económica, por desavenencias familiares o incompatibilidades de carácter, por creerse uno que es dueño del otro, por falta de sintonía en la educación de los hijos, por estar en el paro, uno o los dos, por un hijo enfermo, por el fallecimiento de algún familiar y es que la vida exige un esfuerzo de supervivencia que es duro.
Hace treinta o cuarenta años, la palabra divorcio en España no se conocía. Era un escándalo y el que lo hacía se tenía que ir del pueblo o de la ciudad.
¡Cómo han cambiado los tiempos! Las estadísticas nos dicen que en España el número de matrimonios separados se acerca al 40% , cercanos a los países del norte de Europa. Parece que esta situación es un índice de desarrollo, cuando es todo lo contrario. Es un indicador de falta de estructuración de la sociedad y significa una vuelta atrás, y prueba de ello es que no es un plato de gusto para ninguno de los dos, excepto para una minoría que sí les supone una liberación, pero tal como está la sociedad hoy, el divorcio es un martirio. No existe economía ni una legislación adecuada que minimice el sufrimiento de los componentes familiares que son esposos e hijos.
A mí me parecía cuando estaba casado que a los separados y divorciados se les aceptaba con toda normalidad y no es así. Un amigo separado al mismo tiempo que yo, me decía que los separados son unos apestados y no es para tanto, pero sí, se sufre un aislamiento. La gente e incluso amigos se apartan, existiendo un falso axioma mental en cuanto que piensan que no quieren tomar partido por ninguno de los dos, cuando en realidad, lo deseable es que las amistades y familia se mantengan neutral, pero con su apoyo y amistad como siempre. Nadie tiene porqué tomar partido ni por él ni por ella y ambos deben sentirse contentos de que los dos puedan continuar la vida con la mejor calidad posible. Nunca se debe olvidar que el otro/a ha sido la persona mas importante de la vida, al ser elegida/o como pareja y madre o padre de nuestros hijos.
Es un fallo elegir la vía del divorcio rápido excepto en situaciones límite, pero es preferible darle un tiempo a la pareja para su posible reconciliación. A veces se produce la reflexión y se puede comenzar de nuevo. Sin embargo una vez divorciados, el Gobierno abandona a la pareja separada, cada uno por su lado pasando un desierto con una sola cantimplora. Al igual que se le proporciona esa rapidez, debería proporcionárseles ayuda psicológica y ayudarles a encauzar su nuevo camino en soledad y más cuando se tienen hijos pequeños.
Es mucho el sufrimiento de una separación y en los centros de salud, en vista de cómo están las cosas deberían crearse unidades de ayuda al divorciado, con psicólogos y psiquiatras. De forma que se eviten decisiones que luego traen peores consecuencias, como refugiarse en el alcohol, drogas, sexo.
En cuanto se produce la ruptura y uno de los dos hace las maletas, comienza el martirio social, la gente se va enterando y la calle se te convierte en un enemigo, pues la imprudencia y la curiosidad de muchos te hace tomar otros caminos. Algunas veces te dan ganas de mandar a alguno/a al infierno. Los comentarios se van expandiendo y recibes noticias del otro/a que no esperas y uno debe mentalizarse para pasar.
Terminas bloqueado porque no sabes cómo actuar, pues las salpicaduras llegan a hijos, padres hermanos, amigos etcétera, es un círculo del que no sabes cómo salir y encima cada uno por su lado y solos. El que se va sufre porque comienza en una vivienda nueva y al que se queda le quedan los recuerdos por cada rincón de la casa.
Muchos necesitan ayuda psicológica durante meses, con los gastos correspondientes y si no hay acuerdo comienza la danza de los abogados, a los que hay que pagar también y así hasta el día del juicio. Cada separación es un mundo, pero sea como sea el sufrimiento está servido.
Mientras tanto, todos los cercanos y conocidos están pendientes del morbo y se convierte en una telenovela particular. Por si fuera poco si te ven por la calle con una persona del sexo opuesto, vas listo. Enseguida te emparejan y te llegan comentarios. La autodefensa es que llegas a reírte y hasta desdramatizas el tema.
Los jóvenes lo tienen más claro y desde luego no van a pasar por estos trances.
Pasa el tiempo, la gente te va olvidando, pero de nuevo comienza la telenovela si por fin te emparejas. Todos se creen con el derecho a opinar y te vuelven a llegar los comentarios. Te parece que es una pesadilla que no se acaba nunca, y es verdad.
Tiene que pasar mucho tiempo para que las cosas se pongan en su sitio y todos se olviden y acepten la nueva situación de ambos, pero el sufrimiento deja huella y una de la mayores experiencias negativas para una persona.
Las conclusiones son que el español no está aún preparado para asumir el divorcio. Que no es buena la ley del divorcio rápido. Y que el SAS debería arbitral los medios para la prevención y curación del divorcio.
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