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EL ZOCO
HACE cuatro años que Antonio Méndez, director de Málaga Hoy, me ofreció éste espacio de opinión que titulé El Zoco. En el momento de aceptar su propuesta no sabía lo que era enfrentarse, cada semana, a una página en blanco para ofrecer a los lectores del diario una opinión sobre aquello que mostraba, desde mi punto de vista, cierto interés. Nunca había afrontado un compromiso similar, tan sólo, esporádicamente, había escrito algunos artículos en distintos diarios y siempre sobre temas relacionados con mi profesión de economista o con el mundo de la promoción inmobiliaria y el urbanismo. Pero poco a poco, conforme pasaban las semanas, comencé a encontrarme cada vez más a gusto con la tarea. Tarea en la que siempre estuve animado por Méndez y por el subdirector Javier Gómez, ambos extraordinarios periodistas y maestros en estas lides. Tengo que confesar que he pasado cuatro magníficos años rellenando esta columna, que me ha divertido y que me ha dado enormes satisfacciones. Tengo la esperanza de que también los lectores de éste Zoco -a los que agradezco su atención- hayan disfrutado conmigo. Por lo menos esa ha sido siempre mi intención.
Pero la vida es, como afirmaba Heráclito, un flujo perpetuo. Todo cambia y todo nos deviene y, lo mejor es que, las más de las veces, lo hace inesperadamente. La experiencia me dice que llevaba más razón que un santo, o por lo menos más razón que Parménides que preconizaba la tesis contraria: nada se mueve, nada cambia. Cuando estudiaba iba para químico y terminé siendo economista. Cuando comencé a trabajar me especialicé en informática, aquella que funcionaba con cintas y tarjetas perforadas, pero el destino me llevó a trabajar primero en la banca y después en el sector inmobiliario. Cuando decidí aparcar mi vida laboral, hace cuatro años, apareció Méndez y pasé a ser colaborador, como columnista de opinión, de Málaga Hoy y ahora, desde el jueves pasado, se me cruzó el alcalde, Francisco de la Torre, y he terminado siendo el presidente de la Fundación Málaga Ciudad Cultural. No he podido resistir el embate del destino. La nueva tarea que se me encomienda, con el consenso de todos los patronos de la Fundación, aparte de ser un honor para mí, es tan subyugante y tan atractiva como para emprenderla con todo mi esfuerzo y mi saber que, si no es mucho, es cuando menos largo en el tiempo.
Esa nueva encomienda me lleva a tener que dejar aparcado El Zoco. Y lo dejo con cierto pesar. Por eso esta columna no la terminaré con un punto final. Tengo la esperanza, la convicción mejor dicho, de que Málaga conseguirá su objetivo: ser Capital Europea de la Cultura, y una vez conseguido el objetivo, si Málaga Hoy me sigue guardando un rinconcito donde volver a exponer mis opiniones, amenazo a mis lectores con volver. Por ello, como decía, este no es el punto final, es tan sólo un punto y aparte. Gracias a todos.
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