Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
En tránsito
Desde que supimos que Qatar iba a organizar el Mundial de fútbol, era inevitable imaginar que iba a ocurrir lo que ya se está demostrando que ha ocurrido. De momento, se ha detenido a una de las vicepresidentas del Parlamento Europeo -y a un sindicalista y un dirigente de una ONG- con bolsas de dinero en efectivo, en billetes de 20 y 50 euros, que podrían sumar los 600.000 euros. No está nada mal, la verdad, y la cosa es tan chusca que recuerda los episodios de corrupción del Crematorio de Chirbes. No sabemos hasta dónde puede llegar esta trama de sobornos en el Parlamento Europeo, pero cualquiera que tenga dos dedos de frente puede imaginarse lo que pasaría si se hiciera una inspección a fondo de las cuentas de ciertas federaciones deportivas o de ciertas productoras multimedia que manejan los contratos más importantes del fútbol. Lo que podría salir de ahí, si se investigara -aunque lo más probable es que jamás se investigue-, sería simplemente homérico. O mejor dicho, babilónico, porque lo que seguramente ha ocurrido daría para una nueva versión del Poema de Gilgamesh. "Ellos le trajeron su armadura, poderosas espadas, el arco y el carcaj, y se lo pusieron en sus manos", dicen las tablillas babilónicas. Lo único que habría que hacer, por supuesto, es sustituir las poderosas espadas y el arco y el carcaj por las bolsas de basura llenas de billetes de dólares.
Esta noticia nos pilla en un pésimo momento. Hasta ahora, había una cierta confianza en las instituciones europeas. Por muy burocratizadas que estuvieran, por muy ineficientes que parecieran, siempre nos trasmitían la idea de que estaban gestionadas por gente honorable que cumplía intachablemente con su deber. Y habíamos desarrollado una especie de confianza ciega en las instituciones europeas. Si aquí nos gobernaban políticos idiotas, o ilusos -o descaradamente psicopáticos-, al menos teníamos la esperanza de que Europa y sus instituciones iban a mantenerse vigilantes. "Europa no dejará que ocurran determinadas barbaridades", pensábamos. "Europa no lo permitirá". Eso creíamos.
Pues ya ven: no sé yo qué idea se nos va a quedar de las instituciones europeas después de saber que una vicepresidenta del Parlamento Europeo guardaba bolsas de dinero fresco con sobornos de Qatar en su casa de Bruselas. Una pésima, una horrible noticia.
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