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Vienen días de regalar y recibir regalos. Suele suceder en ellos que algunos allegados, con más cariño que fundamento, confían en tu criterio para recomendar un libro; un objeto que consiste en hojas de papel encuadernadas y que, aun con tan leve materia, es capaz de transportarte a lugares remotos, recónditos o imaginarios. De abstraerte por unas horas del sitio y el tiempo que vives mientras las líneas y los párrafos te conmueven con pasiones que de pronto son tuyas. Y quizá no de pronto, dados tu gusto y tu fidelidad por volver las páginas de tu devoción. O esas otras que te instruyen como con un abrelatas del conocimiento nuevo. Poemas viejos y nuevos que te zarandean.
Para recomendaciones, busquen las referencias nos glosa aquí cada Navidad Carlos Colón -honor de ser su compañero-. Aficionado de la leal infantería, suelo recomendar yo siempre los mismos textos, ya que no supe de muchas otras novedades que las que me daba Rosa y ahora me ofrece su sobrino Sergio, dos torrentes de pasión y profesionalidad librera. Entre esos pocos, no falta uno que me presentó mi buen amigo León, un ensayo epistolario digno de descansar en nuestros anaqueles tras revisitarlo a discreción: las Cartas a Lucilio de Séneca, que, escritas en sus tres últimos años de vida, sin duda tenían una vocación general y no sólo para ser leídas por su caro amigo, por entonces procurador romano de Sicilia. En la librería Manuel de Falla he adquirido -para obsequiar- una edición que es, diría uno, monumental. Es de Cátedra y de este 2022 (las 124 cartas comienzan en la página 111).
En estos tiempos arrastrados por el perpetuo trajín del turismo y su correlativo horror vacui y regateo del paso sereno de las horas, vaya un fragmento de la primera carta, una oda al virtuoso anclaje en el oficio de existir: "Me hago ilusiones contigo: no vas de acá para allá ni sientes la inquietud de cambiar de sitio. Ese ajetreo es propio del alma enferma: la principal prueba de una mente equilibrada es en mi opinión ser capaz de pararse y quedarse consigo mismo". Permitámonos, siempre de la mano del orador y político romano nacido en Córdoba, una consideración a la lectura dispersa y de máxima actualidad que suele guiar la no menor responsabilidad de regalar un libro por Pascuas: "Pero ten cuidado no vaya a ser que esas lecturas de muchos autores y libros de todo género encierren algo de errático e inestable". Que las novedades nutran a editores, libreros, escritores vivos y lectores; pero reconozcamos a los gigantes sobre cuyos hombros se asoman.
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