Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Editorial
EN sólo dos meses, el 9 de marzo, los españoles serán llamados a las urnas para elegir unas nuevas Cortes que, a su vez, habrán de otorgar su confianza al líder que concite mayor apoyo parlamentario. En esta hora de balances y promesas la vida política nacional se ha visto sorprendida por la presencia de un elemento que hace un año se consideraba insospechado. Los nubarrones económicos, en efecto, han terminado por crear incertidumbre y pesimismo en la vida de las familias. La desaceleración ya indudable del sector de la construcción, la crecida del paro, la subida de los tipos de interés y una inflación bastante superior a la prevista, y que afecta al combustible y a los alimentos básicos, configuran un panorama inesperado y, desde luego, fundamental para el debate electoral en que ya estamos inmersos. Cuando la legislatura parecía abocada a acabar signada por la polémica sobre la lucha contra el terrorismo y la articulación territorial de España, el bolsillo de los ciudadanos irrumpe con una fuerza que, desde luego, no es coyuntural, sino que marca poderosamente las decisiones electorales de los mismos. Aunque no estamos en recesión, también parece indudable que la economía española ha entrado en una fase descendente, lo que contribuye a subrayar la importancia de los programas y compromisos económicos de los partidos en liza. Más que en el estéril debate sobre la herencia recibida, lo que los candidatos con posibilidades de ganar las elecciones y formar gobierno a raíz del 9-M tienen como desafío principal es convencer a los españoles de que sus recetas son las más adecuadas para afrontar el cambio de ciclo que se está produciendo ya. Con la circunstancia, además, de que unos y otros han de abandonar la tentación de las promesas incumplibles o inviables por sus propios efectos en la economía nacional. Ahí puede estar la clave de unas elecciones en las que, lógicamente, también estarán presentes la política antiterrorista, la política social, los Estatutos y todos los problemas que hoy la sociedad española siente más agudamente (inmigración, seguridad, vivienda, relaciones exteriores).
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