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Teresa Rodríguez brilló en el último debate. Ocurrente, certera, colocó la discusión en unos registros en los que Macarena Olona no sabe jugar, que son los de la guasa punzante y la sinceridad desnuda, hasta nos divertimos con su elogio de la masturbación y esas torrijas que le pidió a Juan Marín para Kichi, pero eso no alivia el enorme roto que le ha hecho a la candidatura de izquierdas de la que procedía.
O al revés, porque la operación para expulsar a la gaditana del grupo parlamentario se pareció bastante a la entrada de los tanques soviéticos en Praga. La ministra Yolanda Díaz quiere abrir "un proceso de escucha", pero haría mejor en encerrase con los mismos que llevan desde el año 2008, dándole vueltas a cómo refundar Izquierda Unida. Porque no es otra cosa.
Izquierda Unida nació en los ochenta para superar al PCE, sin disolverlo, mediante la suma de otros partidos que venían del mismo sitio. Como ahora, es un eterno retorno. Lo que formula Yolanda Díaz no es más que un remedio a Podemos, ese gran invento populista que terminó engullido por la personalidad de su líder, él lo creó y, como adolescente fósil que es, también lo destruyó. Sumar no es otra cosa que volver a unir a Podemos, y a sus nombres -hoy, Belarra, Errejón, Colau y Oltra- bajo el tamiz del pragmatismo del PCE. Yolanda Díaz sabe gobernar, administra un ministerio y obtiene réditos. Entiende qué es una institución. Pablo Iglesias, no, porque no es más que un propagandista efectivo.
A Teresa Rodríguez le ocurre lo mismo. Los años que lideró el grupo parlamentario en la Cámara andaluza fueron hueros para su organización, nunca consiguió nada, jamás pactó. Personas como ellas son valiosas en los partidos, pero su liderazgo no conduce a nada. Inmaculada Nieto, de Por Andalucía, que es la antítesis de Teresa Rodríguez, va a ser una víctima de su anterior compañera, ninguna diferencia ideológica ni orgánica justifica que la izquierda, ya de por sí minoritaria, vaya a tirar tantos votos en las provincias por este tipo de caprichos. Porque, entendámosno, estas diferencias sólo obedecen a personalidades desproporcionadas, egos que se agarran al matiz ideológico para justificar su afán de notoriedad. No es un endemismo de la izquierda, pero sí ha sido una constante del espacio comunista desde sus primeras fundaciones a finales del siglo XIX. Y así llegamos hasta este domingo, cuando decenas de miles de votos se perderán en la basura.
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