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Insultosen tiempos de miserias. Un concejal del grupo municipal sevillano de Vox llamó "tarado" a Blas Infante. Después lo borró y se disculpó. Sin olvidarse -como hemos informado- de acusar a Diario de Sevilla de "convertirse en altavoz del tuit dándole una repercusión que en sí mismo no tenía, publicando el tuit que ya hacía horas que había sido borrado". Caballero, recuerde que no se puede ser altavoz de lo que no se ha escrito o dicho. Y usted lo escribió haciendo flaco favor a su partido.
Ni soy mucho de la retórica de los padres de las patrias ni de los nacionalismos nacidos o renacidos en los 70 por imitación del vasco y el catalán. La dignidad de Blas Infante no le viene dada por su manipulación durante la Transición, ni por la retórica institucional. Su dignidad es suya propia por su vida y por su muerte. Fue un idealista, un soñador, un hombre bueno, íntegro, generoso y compasivo que tenía más de cristiano de base (con admiración también por el Corán, que leyó y anotó) y de krausista que de revolucionario. ¿Fue separatista? No. ¿Tenía un pensamiento político confuso que bebía en muchas fuentes a veces contradictorias? Sí, era el signo de los tiempos. ¿Idealizó el pasado islámico de Andalucía? Sí, como otros idealizaron el pasado de la Reconquista o el imperial. Pero su idealizada al-Ándalus nada tenía que ver con la barbarie integrista sino con el refinamiento intelectual y artístico de la Córdoba califal, la Sevilla de al-Mutamid o la Granada nazarí; con Averroes, Ibn Jaldún, Ibn Arabí o Ibn Azm y su extraordinario El collar de la Paloma. Era la al-Ándalus del traductor de esta obra admirable que prologó Ortega y Gasset, su coetáneo Emilio García Gómez que publicó su traducción de los Poemas arábigo-andaluces, influyendo decisivamente en la Generación del 27, en 1930, el mismo año en que Infante dio una histórica conferencia sobre Andalucía en la Sociedad Económica de Amigos del País de Málaga.
En cuanto a su muerte, fue testimonio de la bárbara crueldad de los golpistas (un crimen de guerra tal y como lo define el Derecho Internacional: asesinato de prisioneros) y testimonio de su valor personal. Mi abuelo paterno le trató desde muy joven -él era de Manilva e Infante de Casares-, le apreciaba y lloró amargamente, mi padre siempre lo recordó, cuando supo de su fusilamiento. Respétese, no al padre de la patria si no se quiere, sino a este hombre íntegro y valiente.
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