
Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
No queremos reyes
La esquina
Llama Pedro Sánchez a defender la democracia de sus enemigos confabulados al tiempo que se proclama salvador de los de abajo frente a los poderosos (lleva seis años gobernando y los bancos, pobrecitos, han batido todos sus récords de beneficios).
¿Cómo lo va a hacer? Aún no se sabe, pero se anuncia que las iniciativas más potentes se orientarán a disciplinar a los jueces que molesten al Poder Ejecutivo y a combatir a los medios informativos que publiquen noticias u opiniones críticas con su familia. Dos precisiones: cualquier reforma legal que menoscabe la independencia de los jueces será rechazada por la Unión Europea; en cuanto a la difamación y la mentira, ya están sancionadas por el Código Penal, y cualquiera que las sufra puede denunciarlas ante los tribunales en defensa de su honor o por la vía civil.
Caigo en la cuenta de que estas medidas y este discurso son los que exigía y propagaba Pablo Iglesias en sus buenos tiempos de vicepresidente. El ahora influencer y tabernero fue el primero en hablar en España del malvado lawfare (la Justicia politizada y la judicialización de la política) y el primero, y único, en proponer la democratización (intervención) de los medios de comunicación. También fue el primero en declarar la alerta antifascista en cuanto la derecha ganó unas elecciones autonómicas. El mismo día sacó a las masas –escasas– a la calle.
Las coincidencias Sánchez-Iglesias no acaban ahí. ¿Qué me dicen del populismo? La siembra de crispación y polarización ha alcanzado cotas notables con Pedro Sánchez, que en su investidura levantó un muro para la mitad de los españoles y no ha parado de fortalecerlo y que se entroniza a sí mismo aupado en relatos de la guerra civil, gritos de No pasarán y recuerdos de cunetas y cementerios. El cesarismo tampoco es moco de pavo, como no lo es la manipulación de los afectos y los problemas privados. Hay paralelismo entre cuestionarse ante todo el país si merece la pena gobernar porque injurian a tu enamorada y convocar un referéndum entre la militancia para que ésta decida si es bueno cambiarse a una vivienda de lujo.
Ha pasado, Sánchez, de contarle a los españoles que no podría dormir si formase gobierno con Pablo Iglesias a hacerlo vicepresidente, a devorarlo más tarde con la colaboración de Yolanda Díaz y, ahora, a asumir sus obsesiones y actitudes políticas. Pablo triunfa post mortem.
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