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Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Si hay un especio mal resuelto en las ciudades andaluzas, ese es el destinado a la Feria. Por naturaleza, son espacios amplios, con un uso extensivo concentrado en pocas semanas del año, pero que, al recibir una afluencia de público muy intensa en muy pocas horas, necesitan estar perfectamente comunicados. Los que los convierte en suelos muy golosos que se perciben como desaprovechados. Y más aún en el caso de Málaga, donde su ubicación junto al Palacio de Ferias lo convierte en su única posibilidad de crecimiento y la conexión con la circunvalación y su proximidad a la autovía al Parque Tecnológico, en suelos complementarios a este. El problema es entonces dónde se lleva la feria. Que tradicionalmente se ve expulsada a posiciones periféricas, pero bien comunicadas, de las que vuelve a expulsarse cuando se queda sin espacio fruto de la presión urbanística.
La idea de proponer la recualificación de los suelos del ferial no es nueva. Tampoco lo es la de generar un barrio de oficinas al abrigo del Palacio de Ferias. Lo nuevo, y se puede afirmar que solo en la medida que la información sobre sobre cualquier anteproyecto siempre es escasa, es proponer una ordenación en la que feria, comercios y oficinas vayan de la mano. Aunque tampoco lo es del todo. El centro de Málaga ha terminado convirtiéndose en un barrio bastante terciario que aloja la feria de día, 9 días y 365 noches al año. Posiblemente sea ese el único uso compatible con el ferial, siempre y cuando los usuarios de las oficinas den por hecho que esa semana tocan vacaciones, sí o sí. Otra cosa es cómo se resuelven algunos problemas asociados al cambio de modelo que puede suponer el desarrollo de las casetas "versátiles", cuya implantación puede demandar un músculo económico que no todas las entidades que dan vida a la fiesta tienen.
En cualquier caso, la ciudad no se construye en el mandato de una corporación. Demanda de largos procesos de gestión que normalmente acaban los partidos en la oposición el día que estos se inician. Hablar de una inversión de más de 200 millones de euros no es hablar de una fantasmada. Es el coste de una actuación de esa magnitud, con la diferencia de que esta, al contrario de otros proyectos de esta ciudad, sí es capaz de generar una plusvalía que repercuta en sus propias arcas. La verdadera pregunta es cuál es el paso siguiente. Aunque esa pregunta nos obligue a todos a pensar.
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