¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Cambio de sentido
Para esto no hemos hecho la revolución", dije, con retranca, al contemplar la entrevista concedida por Irene Montero, Ministra de Igualdad, a Vanity fair. Con esta frase, que quienes me conocen saben que acostumbro a soltarla con ironía cuando las vigorosas antítesis dejan de serlo para convertirse en mera inconsistencia, aludo no ya a los avances manifiestos que a lo largo de la historia ha procurado la izquierda, sino sobre todo a la revolución feminista, que arrancó con la ilustración y que en 1910 ya llenaba las calles de Londres. Nada de lo expuesto en fotos y declaraciones en esta entrevista invalida las medidas de provecho que se toman desde su cartera, pero choca de frente, en lo simbólico y en lo discursivo, con algunos principios de la lucha feminista. No me imagino a un periodista preguntándole a Luis de Guindos por las infidelidades de su pareja, sus hijos o si ha tenido relaciones sexuales con hombres. Tampoco me imagino al vicepresidente del Banco Central Europeo respondiendo a semejante interrogatorio. Esas cosas sólo nos las preguntan, con machismo recalcitrante, a las mujeres. Tampoco me imagino un pie de foto donde rece "De Guindos posa con un chaleco de canalé y botones dorado de Maje". La Ministra de Igualdad no puede consentirse entrar en ese juego. Como tampoco puede darnos a entender, a través de las fotos y las declaraciones, que el poder al que aspirar consiste en participar de la cultura creada por el varón y el capital, en el mundo tal cual nos lo han contado. No, esa no es la idea. Para eso no hemos hecho la revolución. Esto no hace más que dar armas a quienes reaccionan contra todo lo que huela a feminismo y a desafío a lo que está mandado. No lo digo yo, lo decía en 1941 María de Maetzu, por nombrarles a una intelectual española nada sospechosa de ser roja-bolivariana-social-comunista.
Lo que no me explico es que, entre las gentes de izquierda y feministas, la entrevista no provoque más escándalo que entre los conservadores. Por supuesto que nadie puede ser el guardián de las esencias, y que cada cual puede vivir, comer y gastar lo que considere mientras salga de su bolsillo. La ciudadana Irene Montero puede vivir, como cualquiera de nosotras, su "tumulto interior" y sus contradicciones. Pero las declaraciones de la señora ministra de Igualdad debieran estar a la altura de lo que representa. Ahí no caben concesiones: eso de que "lo personal es político" va en serio. Y es otra cosa.
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