¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
Quizás
Con motivo de la final de la Copa del Rey de fútbol volví a Andalucía gracias a la generosidad que un familiar sevillano asentado en Málaga tuvo para mí y mi cuadrilla de amigos. Un abogado nacido en Almería afincado en la capital hispalense ayudó con los trámites y una amiga granadina me consiguió alojamiento en un céntrico hotel fundando por su abuelo Paco. Gracias a todos ellos disfruté de una ciudad única en el mundo y en la que el buen ambiente de la gente se respira por todas partes. Porque en Andalucía el entusiasmo por la vida se desparrama en forma de sonrisas adonde quiera que vayas. Y, créanme, eso no pasa en todas partes. Hay problemas, por supuesto, y no siempre es fiesta, pero el carácter andaluz ama la vida y la celebra como una alegría y una bondad inherente a su forma de entender nuestro paso por el mundo excepcional. Sus habitantes no se sienten mejores que nadie, ni diferentes, no piden nada, pero son los únicos que pueden alardear de ser andaluces, algo que está entre las mayores suertes que nadie puede tener.
Unos días después estuve con un amigo periodista valenciano, educado en Cataluña. Hablamos de la difícil situación de nuestro sector. No sólo en lo económico, sino en lo que atañe a nuestro papel en la sociedad. Y compartimos nuestra preocupación por que se impongan los partidarios de volar los puentes y de cerrar las plazas para encontrarse, a quienes consideran que los otros pueden ser diferentes a nosotros, pero que eso no les convierte en nuestros enemigos, sino en compañeros de un mismo viaje y que juntos nos equivocaremos menos que por separado.
Luego regresé a Madrid, sintonicé radios, vi televisiones, leí periódicos y comprobé que esta ciudad vital como pocas, busca denodadamente los conflictos, porque eso le hace vivir. Pero en consecuencia todo el mundo está enfadado con alguien. Todos acumulan heridas de las que luego otros muchos viven, y que muy pocos se empeñan en sanar. Madrid, con sus dirigentes al frente de la tarea y el ardor que ponen en ella medios y profesionales de la comunicación, es una fábrica de generar enfados y enfrentamientos, muchos artificiales, para recreo de quienes se desenvuelven bien en las trincheras y mal en los campos abiertos. Somos todos iguales, tenemos un país tan maravilloso que hay quienes sienten que son varios países y no uno solo; las circunstancias nos han hecho compartir el ratito que estaremos en la tierra, por qué no llevarnos bien y ser felices ya que tenemos lo necesario para serlo. ¡Y que discutan otros que es muy aburrido!
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