Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Crónica personal
NO ha ido muy allá el 1 de mayo, excepto en Bilbao, a donde acudieron Toxo y Méndez y por tanto hubo más participación que en otras ocasiones. Pero en general las multitudes han brillado por su ausencia, aunque hace años ya que a las manifestaciones del Día del Trabajo acuden poco más que los liberados o los trabajadores -pocos- que tienen motivos sobrados para agradecer a un sindicato su contrato, su continuidad o su indemnización por despido improcedente. Pero a la mayoría de los españoles que en tiempos se sumaban con entusiasmo a las convocatorias sindicales se les han quitado las ganas.
El desencanto es la razón de que no se sumen centenares de miles de personas a las manifestaciones del 1 de mayo. No influye el buen tiempo, que ya lo hubo en épocas pasadas y sin embargo las calles de las ciudades españolas se llenaban con masas de gente que seguían las pancartas y banderas de Comisiones Obreras, UGT y otras siglas más o menos minoritarias.
El distanciamiento y la falta de movilización tiene su explicación: la trayectoria de los sindicatos españoles no es todo lo ejemplar que debiera, la crisis económica ha demostrado que su preocupación por los parados era perfectamente descriptible, los salarios de los liberados han provocado auténtico escándalo y las investigaciones sobre los fondos destinados a los cursos de formación han provocado indignación, sobre todo en aquellos que sufren una situación de precariedad absoluta y han comprendido que el dinero que estaba destinado a formarles para ponerles en condiciones de encontrar un nuevo trabajo o simplemente completar su preparación en el que tenía, en gran parte pasaba a engrosar las arcas de los sindicatos, cuyos dirigentes, por cierto, hasta ahora no han hecho públicos sus salarios y sus gastos, como ocurre con los restantes cargos públicos.
El lema de este año era "Empleo de calidad", pero luchar por el empleo de calidad debe ser un empeño real, más allá de la pancarta: quienes priman al afiliado, han intervenido en una red de ERE fraudulentos y organizan una red ficticia de cursos de formación con el dinero destinado a alentar mejor trabajo, no tienen credibilidad para exigir nada relacionado con el empleo. Su obligación es pedir perdón, deshacerse de los corruptos y dedicarse de lleno a la mejora de las condiciones laborales. Sólo así podrán recuperar el prestigio hoy totalmente perdido.
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