Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Bloguero de arrabal
Al que se paseaba con un libro debajo del brazo para que todo el mundo supiese lo sabio e instruido que era, el vulgo lo llamaba sobaco ilustrado. Pronto, de la mano del gran sobaco ilustrado que es la Wikipedia, alcanzaremos una de las utopías tecnológicas más ilusionantes: conectados todos los habitantes de la tierra, y sabios gracias a la información obtenida de las redes, nuestro planeta terminará empapándose por ósmosis de esa inteligencia colectiva y convirtiéndose en un poderoso metacerebro. Poco le costará, entonces, alcanzar la velocidad de escape, vencer la atracción gravitatoria y viajar por el espacio hacia galaxias más acogedoras, para conectarse con algún cuerpo celeste en el que miel y leche rizada manarán, inagotables. Esto huele a rancio, parece una versión 2.0 del más allá. Porque, ¡putos seres humanos!, es que no nos gusta de ninguna manera morirnos para siempre. Y tocamos ya con la punta de los dedos el momento en el que, gracias a la tecnología, nos sea dado prescindir de nuestro cuerpo, ese soporte biológico obsolescente, y quedarnos solo con nuestra mente inmortal. Pero ese huevo del alma, libre de la degradación y de la muerte, no sabemos todavía dónde lo vamos a poner, qué soporte informático lo albergará. Confiemos en que, cuando la inteligencia de todos impregne el globo terráqueo, convertido en esponja de sabiduría, tengamos la respuesta y se nos ofrezca un transportín de almas sin fecha de caducidad. Para entonces, los refugiados, los hambrientos, los que no disponen de agua ni vestido ni techo ni pan disfrutarán de fibra óptica y de una buena conexión a Internet y podrán, como todos, abandonar un cuerpo tan menesteroso como el que se les asignó, propenso a contraer todo tipo de enfermedades, y trasladar su mente al soporte informático aprobado por la OMS. Y, de la mano de los ocho mil millones de habitantes de la tierra, abandonar para siempre la compañía del Sol y de la Luna y viajar por el espacio hacia horizontes lejanos. ¡Joder, qué futuro tan chulo nos espera! Qué ridículos nos resultarán en ese momento los multimillonarios Richard Branson, de Virgin Galactic y Jeff Bezos, de Amazón, cuando, montados en sus cohetitos de juguete, nos vean escapar a gran velocidad, a bordo de nuestro planeta, mientras que ellos se quedan atrás, con cara de gilipollas.
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