¡Oh, Fabio!
Luis Sánchez-Moliní
¿Dónde está la ultraderecha?
En el tejado
Es 15 de abril de 2000. Suena Mecano en un tocadiscos como el preludio de la vida futura de una pareja a la que la fuerza del destino unió una Nochevieja -para que dejaran sus vidas anteriores- y su posterior Año Nuevo -para que emprendieran una vida en común-. Él piensa "hoy no me puedo levantar, la noche anterior del adiós a la soltería me sentó fatal, es la resaca del gin tonic, el champán promete venir detrás". Llueve a mares en Belalcázar, el aire respirado parece haberse convertido en huracán, se nota que no es aire de ciudad, mientras familiares llevan huevos frescos a las monjas de Santa Clara de la Columna para que, como reza la costumbre, los amantes, esos cómo los de antes, lleguen a tener muchos años de felicidad; sí, años dulces, pero también -los menos- con casi cruces de navajas. En la parroquia de Santiago, el sacerdote Manolo Muñoz habla con Manolo Ramírez y María del Carmen Sánchez de cómo va a sonar el repertorio que pondrá banda sonora a ese enlace con canciones al más puro estilo de Ana, Nacho y Jose. Es sábado, no cómo aquel 18 de agosto de 1984, día en el que él, con 17 años entonces, contempló cómo una entonces dulce niña de 13 -ella- seguía el concierto del trío madrileño en su pueblo como si les hiciera los coros a la banda.
Llegan a La Bolera, en el coche de su amigo Eduardo Armenta y entre fogonazos de las cámaras de Juanjo Romero y Maxales Calderón, y recuerdan que en aquel hotel-resaurante fue aquel 1984 el concierto de Mecano, el de la gira Ya viene el Sol, aquella en la que resonó el martilleo de Japón, como suena el martilleo dulce de las enhorabuenas de todos, para los que allí han preparado mucha Coca-Cola y algo que comer y a quienes la lluvia no les ha robado ni un gramo de maquillaje. Porque sigue lloviendo a mares y seguirá hasta el momento del puro y del regalo nupcial. Al otro lado de la barra, Pedro el de la Bolera vigila que todo vaya perfecto. No ha permitido que a la salida de cada plato sonaran los riffs de distintas canciones de los Rolling Stones -mi gozo en un pozo- pero no ha evitado que le pongan el epílogo a la fiesta los sones de los colegas de Algo de qué, grupo colodro-zorruno en el que Santi Murillo saca los mejores riffs a su inseparable Fender Stratocaster; junto a ese alumno aventajado de Rosendo que es Manolo López El Toqui, también a la guitarra y a la voz; María del Mar Sánchez, quien no desentonaría ni un ápice en La Oreja del Van Gogh como solista; Natalia Sánchez quien tampoco lo haría con su bajo en una gira con Mikel Erentxun; Jorge Cabanillas a los teclados; y Tony Franco, esa bestia a la batería, un batería que para una de sus giras querría Miguel Ríos. En el concierto de Algo de qué, como colchonero, él se atreve a ponerle voz a Maneras de Vivir -de Leño-, y ella, a Loca -de Luz- mientras sigue la lluvia a mares. (A Dolores. Infinitos Besos. TQM).
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