El balcón
Ignacio Martínez
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Cada vez me asombra más Pedro Sánchez. Con qué facilidad y naturalidad habla de la verdad y la mentira. Con qué seguridad tacha de mentirosos a los demás basándose en mentiras o tergiversaciones de hechos evidentes. Y cómo ha conseguido convertir en “verdad” solo lo que le interesa, “verdades” que reafirman a coro sus porqueros. No, no es un insulto, solo es una referencia a Juan de Mairena, el profesor heterónimo de Antonio Machado. Con esta frase da comienzo sus clases: «La verdad es la verdad, dígala Agamenón o su porquero. Agamenón: -Conforme. El porquero: -No me convence». Está claro que al porquero no le convence la afirmación, habida cuenta de que lo que diga el rey de los micenos va a ir a misa sea verdad o no y él no se atreverá a contradecirle por muy mentira que sea lo que Agamenón da por verdad.
Lo que viene a poner de manifiesto Juan de Mairena es la relatividad del valor de la verdad en función de quienes las dicen. Es esta una cuestión que se vuelve realmente preocupante cuando el gobierno está en manos autoritarias que utiliza los medios del Estado para convertir en verdades las mentiras si les interesa. Eso nos está ocurriendo en España; Pedro Sánchez, que tiene todos los instrumentos del poder en sus manos, está llevando a la práctica la máxima del nazi Goebbels: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”.
“Es mentira”, “no hay caso”, “la máquina del fango”, etc. ¿Cuántas veces, y desde cuándo, escuchamos estas frases en boca de Sánchez y los miembros de su gobierno? Todas esas afirmaciones parten de Agamenón y son amplificadas machaconamente por sus porqueros ¿Por qué? Porque todos ellos saben que contradecir a Agamenón es muy peligroso para su estabilidad y su economía.
Tras la declaración de Aldama ante la justicia, se van vislumbrando hechos y actuaciones del Gobierno que nunca se han aclarado ni han sido explicadas. No se sabe por qué; pero tiene un insoportable olor a chamusquina. Ante dicha declaración, Sánchez se ha apresurado a desmentir a Aldama, desacreditándolo y acusándole de mentiroso: “¿Cómo dar credibilidad a un delincuente confeso?” -dice-. Veamos, Aldama ha admitido haber cometido varios delitos, luego es cierto que es un delincuente confeso, pero no tenemos prueba alguna de que sea un mentiroso o que esté mintiendo en sus declaraciones (aunque, como imputado, tenga derecho a mentir). En la querella que han interpuesto Sánchez y los porqueros citados por Aldama en su declaración ¿Qué pruebas van a aportar para demostrar que miente? Sus palabras tienen la misma validez que las de Aldama. Tendrán que demostrar con la verdad sus supuestas mentiras. Y, por otra parte, ¿Qué credibilidad merece Sánchez, si no hace nada que el delincuente y mentiroso Aldama era condecorado por el mismísimo Marlaska (que se está cubriendo de gloria) con la Orden al Mérito de la Guardia Civil?
Está más que demostrado que Pedro Sánchez miente más que habla (¿Hace falta tirar de la hemeroteca?), y sus mentiras siempre han sido reafirmadas como verdades por los miembros de su gobierno y del PSOE. Luego es de suponer que, si Pedro Sánchez dice que Aldama miente y él es un mentiroso, Aldama dice la verdad. Lo de este Gobierno no es fango, huele demasiado a truño.
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