10 de noviembre 2024 - 03:08

La naturaleza humana nunca deja de sorprenderte. Es capaz de dar las mayores muestras de heroísmo y solidaridad al mismo tiempo que se revuelca por el barro para inventar la noticia que la ineptitud de un profesional le impide descubrir entre la tragedia. Lo hemos visto estos días en Valencia, y en el programa Horizonte y las disculpas con la boca chica de su director, al que parece que cualquier cosa le vale para mantener su audiencia.

Tres días en Alfafar me han servido para ver trabajar a los servicios operativos de un pequeño pueblo desbordado por la magnitud de la tragedia, sin perder la calma un solo momento. A una policía local agotada que no ha dejado ni un instante de atender a sus vecinos y nos ha abierto sus dependencias como si fuera nuestra casa. A unos funcionarios municipales, apoyados por decenas de voluntarios, repartiendo comida, ropa y botas a quienes se han acercado a los puntos habilitados pidiendo un mínimo amparo. He visto un ayuntamiento volcado en responder ante una tragedia de dimensiones extraordinarias para la que ninguno estamos preparado. Al bar que había conseguido reabrir sus puertas ofrecernos calentar la comida que aportaba la ONG Word Central Kitchen para que pudiéramos volver a nuestras colchonetas con algo caliente en el estómago y a un guardia civil ofrecernos comida después de ayudarle en el local de unos vecinos. Tres días en Alfafar me han permitido ver a un alcalde, que tuvo que hacer frente en solitario a la calamidad que le llovió encima, al pie de un ayuntamiento en el que parecía vivir. Un alcalde que pasaba de una reunión a otra, parando para consolar al vecino que se le acercaba y dedicando los pocos instantes en que le quedaban a agradecernos el trabajo que estábamos haciendo.

Esta columna no basta para contar lo visto en tres días y solamente tres minutos sobran para ver lo peor del ser humano. Ver cómo dos anormales (porque lo suyo quiero seguir pensando que no es normal) lanzan el bulo de que el ayuntamiento de Alfafar tira la ropa que donan para los afectados por la inundación. Para ver a dos niñatos, Luis (Alvise) Pérez y Vito Quiles, que no han dado nunca un palo al agua, insinuar que, si eso era lo que estaban haciendo con la ropa, ¿qué harían con la comida? Para ver cómo ellos siguen de fiesta intentando hacer la vida imposible a un hombre que ya tiene bastantes problemas con los que la riada ha traído a su pueblo.

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