NOTAS AL MARGEN
David Fernández
Incienso para recibir a un Pedro Sánchez contra las cuerdas
Cuando me encontré con mi amigo Javier en los aledaños del Ayuntamiento, a donde había acudido, a realizar una serie de trámites para poder seguir respirando con tranquilidad; le vi más animado y divertido que nunca. Javier había sido un excelente catedrático de Historia en el Instituto Central, y un hombre de vida tranquila y relajada en compañía de su mujer Carlota. Javier era el prototipo del hombre mesurado, correcto, sencillo y amable. No se le conocían enemigos, ni pasiones desaforadas, carecía de deudas y también de riquezas ocultas. Todo en él era “normal”. Pero cuando le pregunté por su llamativa y exultante alegría, me contestó con una sonrisa de oreja a oreja, que tras el fallecimiento de Carlota se había ido a vivir con una bailarina brasileña de treinta años. “El amor en la tercera edad es una experiencia única y enriquecedora que desafía las convenciones y estereotipos sociales”, me dijo. Y continuó: “En la tercera edad, el amor se basa en una comprensión más profunda y una aceptación mutua que puede ser menos común en las relaciones más jóvenes. Las personas mayores hemos vivido una vida llena de experiencias, hemos superado desafíos y hemos aprendido lecciones valiosas que enriquecen nuestras relaciones. A Nuestra edad, concluyó, el amor se caracteriza por una comunicación abierta y honesta, una mayor empatía y una apreciación genuina por la compañía del otro.”
Ya, le contesté ¿y en la cama qué? “¿Me vas a preguntar lo de Broncano?”, me contestó. “Mira –continuó con su defensa de las virtudes del amor en otoño– “uno de los aspectos más hermosos del amor en la tercera edad es la capacidad de redescubrirse a sí mismos y a sus parejas. Yo he encontrado nuevas formas de disfrutar de la vida, ya sea a través de viajes, hobbies compartidos o simplemente pasando tiempo de calidad juntos”. Vale, vale, contesté no muy convencido. El amor, le dije queriéndole dar argumentos, te remueve, lo recuerdo como algo divertido, pero provoca inestabilidad. Pero supongo que te sentirás más acompañado, pregunté. “Sí –me contestó–, a medida que nos hacemos mayores nuestra salud y movilidad se resienten, y tener una pareja proporciona un apoyo invaluable, pero el amor en la tercera edad no está exento de pasión y romance. Hay lugar para todo.”
Viéndole tan convencido, le pregunté directamente: Así que, ¿estás enamorado a los setenta? “No se definir lo que siento –dijo–, pero sentir algo a esta edad es suficiente , porque no deseamos escapar de la vida , sino reencontrarnos con ella.”
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