Aniversario de gloria y melancolía

La ciudad y los días

15 de octubre 2024 - 03:05

Una penosa coincidencia pone una nota de melancolía en un glorioso aniversario que se extiende de abril a diciembre: la catástrofe de Megalópolis, que ultima el triste fenómeno del largo eclipse de talento de Coppola, coincide con el cincuenta aniversario de su año más glorioso, 1974: el 7 de abril estrenó La conversación y el 20 de diciembre El Padrino II. Tan grande es la una como la otra, siendo tan distintas: una pequeña producción de 1,6 millones de dólares y una superproducción de 13 millones, una historia intimista rodada a la europea, basada en parte en El lobo estepario de Hesse y sobre todo en Blow Up de Antonioni, a su vez inspirada en Las babas del Diablo de Cortazar, y una shakespiriana saga familiar que abarca tres generaciones prolongando y explotando el inmenso éxito de El Padrino con la extraordinaria idea de unir en una misma película su precuela (la llegada de Vito Corleone a Estados Unidos y su ascenso) y su secuela (el reinado de Michael Corleone tras la muerte de Vito).

Cuando la pequeña (en presupuesto) y muy arriesgada La conversación, rodada entre noviembre de 1972 y febrero de 1973 gracias al éxito de El Padrino, entraba en fase de montaje, Coppola estaba concentrado en el gigantesco proyecto de El Padrino II, cuyo rodaje se iniciaría en octubre, por lo que confió el complejo trabajo del montaje sonoro –dado que todo giraba en torno a la progresiva limpieza de los ruidos parásitos e interferencias de unas cintas grabadas por un especialista en espionaje electrónico– a Walter Murch y Art Rochester. En mayo del 74 se presentó en Cannes, logrando la Palma de Oro otorgada por un jurado presidido por Jean Renoir. En la ceremonia de los Oscar del año siguiente La conversación obtuvo tres nominaciones que, caso único en la historia del cine, se sumaron a las 11 que tuvo El Padrino II, de las que ganó seis.

La historia de la recepción de las películas por parte del público, no de la crítica, está por hacerse. Y tal vez nunca se haga, más allá de lo que los datos de taquilla digan sobre los gustos mayoritarios. Solo quienes fuimos coetáneos de los estrenos de estas dos películas, tan magistrales, tan distintas, sabemos lo que supusieron como sorpresa y deslumbramiento. Y por eso, porque lo vivimos, sentimos una cierta melancolía al ver como, quien fue tan gran maestro, se retira, tras años de malas tardes, con tan penosa faena.

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