Editorial
Rey, hombre de Estado y sentido común
Vuelve a estar todo tan chungo como estaba. Las vacaciones son un recuerdo difuso. Para comprobar el desfase en la madriguera organizamos una expedición de avituallamiento al centro histórico zebedeo. Tomamos nota de no volverlo hacer por mucha alfombra fashionista que haya. Para moda las chuminadas de papelería. Temporada de caprichos de escritorio para emboscar al alumnado recién capturado. Bolígrafos, rotuladores, clips, tacos de notas. Material escolar de usar y perder de vista. También es época de rellenar la fresquera y sobrealimentar la despensa. Costumbres innatas que llevamos grabadas en el retorcido ADN otoñal. Por ello, pareció gran idea acercarse al Mercado de Atarazanas, excursión que salió rana. El recinto se encuentra en un estado anfibio, auténtica metamorfosis que respira con branquias y pulmones a la vez. El céntrico cliente y vecino tradicional (en extinción) frente a los cazadores mochileros de autorretratos con fondo de plátanos y naranjas. Ya en los aledaños se percibía que los tiempos se han acelerado bastante. El afilador de cuchillos ya no viene en ciclomotor, ahora despacha en una furgoneta con un generador de electricidad que da caña a las piedras de amolar. Sacaba el filo a las machetas y cuchillos a toda máquina. La cuestión es que todo el entorno huele a fritura mixta o churros Casa Aranda. Apenas ya se reconoce nada, sólo un par de tiendas de menaje volcadas en la gastrontería de sartén cuadrada y utensilios extraños, como de teletienda, tan prácticos que están llamados a perderse en lo profundo del cajón más escondido de la cocina. El que se atasca y no abre. Dentro del mercado todo se ha reorientado, santo remedio. Persisten un puñado de establecimientos tradicionales y los sábados aquello parece la calle del infierno, pero sin cacharritos, ni risas. Resisten las pescaderías y carnicerías. Hay fruterías que se han pasado al jugoso optimismo del zumo vitaminado. Los puestos de encurtidos, especias, setas y frutos secos harían más negocio cobrando por cada foto que les hacen. Imposible dar dos pasos seguidos. Via crucis de de guiris. Mosqueo de jubilados en taca taca que no saben en qué día viven bajo la vidriera de colores. La transmutación de todos los negocios enfocados a lo mismo. Por fin lo hemos conseguido. Llevamos más de un siglo rogando por ese maná de visitantes caídos hasta del aeropuerto. Ya están aquí. El turismo va a velocidad crucerista. ¿Y ahora qué? Pues eso, hacer cola ;-)
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