Político en cien días
Antonio Vargas Yáñez
Y si hubiera sido un mango
Desde dentro
A mil metros de altura, en el vuelo VY 3110, los jugadores del Málaga hacían cábalas sobre los puntos que todavía deben amasar para certificar el ascenso. Mezclados entre el pasaje que se dirigía a Málaga desde Santiago de Compostela, Muñiz y sus futbolistas todavía saboreaban el importantísimo triunfo logrado el domingo ante el Celta, máxime si se analiza cómo se desarrolló el encuentro. Pese a ello, nadie quería magnificar el valor de la victoria tras los precedentes del Elche o el Sporting de Gijón. "Se vendió la piel del oso antes de cazarlo", aseguraba Muñiz en referencia a la euforia que se desató en la ciudad tras esos dos partidos. Por eso, nadie quería caer ayer en la misma tentación de desatar un entusiasmo que sí se debe refrendar en los dos próximos partidos en La Rosaleda. Sandro seguía siendo objeto de las bromas ("¡Qué bonitos, qué bonitos son los pases de Sandrito!", le cantaron en el autobús tras el partido) y otros jugadores, como Paulo Jorge y Weligton, ojeaban la prensa deportiva. Los cinco puntos que el equipo mantiene con la frontera del ascenso que marca la Real Sociedad y las seis jornadas que restan para la finalización de la temporada centraban las conversaciones de los jugadores, que, contagiados por el discurso de Muñiz, todavía no se ven en Primera. Mientras, Iván Rosado focalizaba la atención de los medios de comunicación de Málaga desplazados a Vigo, que ya le han bautizado como el Higuaín del Málaga por sus goles decisivos en la recta final de la temporada (su dedicación del gol a Valcarce es sólo una pincelada de los valores humanos del onubense). Todos esquivaban la palabra ascenso, pero en el fondo los jugadores sabían que la victoria del domingo puede ser decisiva y que regresaban a Málaga con los deberes hechos tras una semana en la que por primera vez durante toda la temporada se crearon las primeras dudas sobre el equipo. / J. C.
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