Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Los grandes estrategas
Quizás
Según un amigo que se define como de "derechas", el mayor defecto de la izquierda además de su irritante complejo de superioridad, es que confía, tolera y cree que hablando se entiende la gente; mientras que en su opinión el buenismo no conduce a nada y lo que hay que hacer es enfrentarse a los problemas con la ley en la mano y el garrote en el cerebro, para actuar con decisión y sin dejadez ante cualquier problema. Leyendo a la siempre enfadada Rosa Díez, antaño militante izquierdista, sus opiniones sobre el tímido diálogo que se ha iniciado en Cataluña, descubro una vez más cuan extendida está dicha filosofía entre los sectores más conservadores de nuestra sociedad. Porque, aunque estemos de acuerdo en lo fundamental: las Leyes están para cumplirse y cualquier renovación de éstas deben de contar con el refrendo de toda la ciudadanía española; la diferencia en la respuesta a los problemas es evidente. La bienintencionada izquierda quiere hablar y la dura derecha responde a todo que no. Y no sólo se trata del asunto catalán, un problema más entre catalanes, que con el resto de España ; sino que las dos orillas se extienden a todo aquello que admite más de una opinión. Esto creo que es el rasgo más criticable de nuestra política nacional. El Gobierno de Sánchez acumula desaciertos suficientes como para ejercer una oposición constructiva que vaya más allá del mero veto a cualquier iniciativa, pero la derecha española lleva años instalada en la idea de que su tarea principal consiste en boicotear todas las iniciativas que no partan de ellos mismos.
Es como esos malos futbolistas, empeñados en destruir el modo de juego de sus oponentes a base zancadillas, más que en hacerlo mejor. Son los reyes del no a todo, y convencidos de que el secreto de la vida es la honestidad y el juego limpio, basta con simular practicarlos para conseguirlo. Pero los problemas no se arreglan diciendo a todo que no, sino con propuestas que mejoren lo existente. Así que señora Díez, si no hay que hablar con quienes discrepamos, ¿qué propone usted además de estar agraviada por sus continuas derrotas? Y si hay que cumplir con la constitución, señor Casado, ¿por qué no empezamos a pactar ya todo lo relativo a los jueces? A los enemigos debemos tenerlos como referencia , pero sólo para no parecernos a ellos, porque no somos lo que logramos, sino lo que mejoramos. Y el enfado no mejora nunca a nada, ni a nadie.
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