Quizás
Mikel Lejarza
Toulouse
La aldaba
Ni unos desde una sede institucional deben referirse al órgano encargado de garantizar los derechos constitucionales como “brazo político de la Moncloa”, pues ni la Audiencia ni el Supremo lo han sido de Génova cuando dictaron sentencias condenatorias; ni otros deben jactarse ahora de ser los protagonistas de una victoria rotunda por la razón que se exponía en el editorial de ayer de los periódicos del Grupo Joly: “El Constitucional no cambia una serie de hechos probados en las sentencias anteriores que revelan las prácticas discrecionales y caciquiles con las que se manejaba la Consejería de Empleo”. Más vale que todos se calmen, beban agua fría y hagan votos para que agosto sea un más que necesario paréntesis en el estado perenne de crispación, confrontación y trinchera de la política española. Ni el presidente del Gobierno –la persona mejor informada del reino– debe presumir en un mitin de conocer el sentido de una sentencia del Tribunal Constitucional antes de que se haga pública, ni algunos de los altos ex dirigentes socialistas deben poner el campanario a repicar a gloria, porque ahora toca que la Audiencia vuelva a pronunciarse aunque tenga que rebajar las condenas. Se comprende que han sido años duros y de sufrimiento, se entiende el alivio desde el punto de vista humano e incluso que haya reproches al PP, pero no olviden ciertos socialistas que fue su partido el que orilló a sus antiguos líderes. El primer repudio vino de la casa propia, donde se instó a pedir la baja de militancia y se borró de la lista de invitados a quienes lo habían sido todo. Ya se sabe que el condenado es un apestado. Ay, aquellas proclamas contra la corrupción “la haga quien la haga” o “venga de donde venga”. ¿Cuántos 28 de febrero hemos vivido sin dos de los ex presidentes andaluces en los actos institucionales en el Parlamento? Como tampoco los vimos en el 40 aniversario de la primera victoria socialista, un acto organizado por el PSOE en Andalucía. Todo se comprende, pero no saquen tanto pecho. El PSOE andaluz no sólo perdió el Gobierno andaluz por el caso de los ERE, sino por un evidente y lógico desgaste generalizado después de tantos años en el Gobierno. Fatiga de materiales se llama. Moreno ha conseguido proyectar una imagen renovada, amable, sonriente y que, además, salió sin un rasguño de la crisis sanitaria del coronavirus. La sentencia del Constitucional no es el principio del fin del ciclo de gobierno del PP andaluz. El caso de los ERE es ya para muchos un asunto de política vintage. Y quizás sea lo mejor, al menos a corto plazo. Rebajen unos la sensación de victoria y otros el estado de cabreo. Roma locuta.
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