La Rayuela
Lola Quero
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Las manifestaciones de agricultores, organizadas a lo largo y ancho de toda España durante esta semana, suponen un toque de atención para la sociedad en general. Porque el colectivo del que depende nuestra alimentación ha puesto pie en pared y no está dispuesto a seguir sufriendo ni la marginación de beneficios, ni la desigualdad de condiciones frente a terceros países. Y la dependencia europea, en las decisiones que al campo se refieren, es tan grande que ahora nadie se atreve a ponerle el cascabel al gato.
A pesar de la gran transformación y modernización de la industria agrícola, vivida en las últimas décadas en España, la diferencia de precios desde el productor hasta el consumidor final sigue siendo apreciable. Hay sectores que han sabido organizarse en cooperativas y en sociedades agrarias, acaparando tanto la producción como la distribución, y logrando así mejores condiciones para sus asociados. Pero otros siguen sin levantar cabeza, especialmente en los cítricos, legumbres, cereales y algunos frutales, donde la sequía ha acabado de apuntalar una situación desesperada. De ahí que muchos hayan optado por salir a la calle y denunciar una situación insostenible, recorriendo cientos de kilómetros, sufriendo todo tipo de inclemencias climatológicas y enfrentándose finalmente a las autoridades y a gran parte de la ciudadanía.
Pero es conveniente analizar cuáles pueden ser las dificultades futuras. El programa de desalación de agua marina que está construyendo Marruecos, a lo largo de toda su costa, con el fin de regar sus campos, asegurar su producción y fidelizar a sus clientes es a la vez ambicioso y estratégico. Y curiosamente son empresas constructoras españolas, consideradas las mejores del mundo en este campo, las que han sido contratadas para este inmenso proyecto. Es evidente que nuestro país podría haber hecho lo mismo desde hace tiempo, pero cuando no supimos ver la trascendencia de un plan hidrológico nacional, ni posteriormente un plan de desalación global, difícilmente podemos resolverlo ahora, cuando nuestros gobernantes solo se dedican al insulto permanente. El día que quieran buscar soluciones para resolver nuestros problemas, probablemente sea tarde y otros se nos hayan adelantado. Porque como bien decía Antonio Machado: “En política sólo triunfa quien pone la vela donde sopla el aire; jamás quien pretende que sople el aire donde pone la vela”.
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