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Desde que, hace más de 3.000 años en el antiguo Egipto, se documentara el primer caso de cáncer conocido, la batalla contra esta enfermedad ha sido una constante para el ser humano. Hoy el eslogan que titula este artículo se ha hecho realidad en la Universidad de Málaga, donde la unión de empresas, organismos e instituciones, bajo el paraguas del conocimiento y la tecnología, han generado la masa crítica necesaria para impulsar uno de los mayores polos internacionales de investigación y acción contra el cáncer. En los siguientes años sus resultados serán, sin duda, esperanzadores, pero era necesario este paso inicial para comenzar su ilusionante camino.
Decía un buen amigo y profesor universitario que la vida del investigador merece la pena si somos capaces de vivir momentos emocionantes. Esta semana ha sido uno de esos episodios que quedan para la historia de una institución y de una sociedad. El trabajo del doctor Emilio Alba, más allá de su calidad personal y su trascendencia profesional en el campo de la oncología, ha sido reconocido con la creación del Centro de Investigación y Terapias Avanzadas del Cáncer (CITAC). Este organismo, situado en el Centro de Investigaciones Médico Sanitarias (CIMES) y junto a la Facultad de Medicina, concentrará un sinfín de líneas de investigación, prevención y tratamiento de esta enfermedad y redundará en la mejora de la calidad asistencial y del aumento de la esperanza de vida de los pacientes, tanto presentes como futuros.
Es evidente que todos somos proclives a padecer esta enfermedad, ya que no hace distinción ni de edad, ni de sexo ni de condición. Y por ello ésta es la lucha de nuestro tiempo. Ahora es necesaria la contribución de todas y cada una de las diferentes organizaciones que trabajan en este campo, desde la Asociación Española Contra el Cáncer hasta la fundación Cudeca o la Fundación Olivares. Porque el interés es único y la sociedad así nos lo reclama.
Cuando los ciudadanos perciben que la universidad destina sus conocimientos al cuidado de los mayores, de los enfermos, de los niños o de los más débiles todo el apoyo recibido cobra sentido. Y en la lucha contra el cáncer, que tantas dudas e incógnitas genera, hemos de poner al frente a los mejor preparados. Porque ahí, como bien decía el filósofo Inmanuel Kant, “se mide la inteligencia de un individuo por la cantidad de incertidumbres que es capaz de soportar”.
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