Postrimerías
Ignacio F. Garmendia
Todo lo que era sagrado
A diez meses de las elecciones municipales, vuelve un clásico del verano: Sevilla reclama un estatus diferenciado y pagado por acoger la capital de Andalucía. El último partido se jugó en julio de hace una década. El entonces alcalde del PP Juan Ignacio Zoido alzó esa bandera y recibió una réplica inmediata de su homólogo malagueño, también del mismo partido. Francisco de la Torre vino a decir que si ostentar esa capitalidad resultaba un incordio, Málaga se ofrecía voluntaria. Y recordó los miles de funcionarios de la administración andaluza que residen en Sevilla gracias a que la ciudad agrupa todas las consejerías del Gobierno autonómico. Capitalidad por ley, bueno, pero sin dinero añadido, agregó.
El incombustible regidor malagueño sigue en su puesto. Diez años después Zoido disfruta de sueldo como eurodiputado, tras perder las municipales a manos del socialista Juan Espadas y pasar por el Gobierno de Rajoy. El hoy portavoz del grupo socialista en el Parlamento cedió su cargo a su compañero Antonio Muñoz y perdió por goleada las pasadas autonómicas contra Juanma Moreno. El ahora regidor tiene poco tiempo para dejar su impronta antes de las urnas de 2023. También de diferenciarse de su predecesor. Qué mejor que desempolvar el estatuto de la capitalidad que asegura titulares unos días.
La Política es cíclica y sus principales representantes adolecen de imaginación. Espadas optó por impulsar un eje Sevilla-Málaga con De la Torre. Pensaba que la cooperación sería más beneficiosa que la confrontación. Y recibió críticas de los talibanes sevillanos, que abundan tanto como los de Málaga, que siempre vieron que la estrategia conducía a la sumisión. El eje se dio por finiquitado cuando De la Torre no consiguió el respaldo institucional de sus vecinos sevillanos para la sede de la Agencia Europea del Medicamento. Pero, aquellos años sirvieron para que la absurda rivalidad permaneciera aletargada.
Así que Muñoz, en solemne sesión extraordinaria, como Zoido en 2011 y Alfredo Sánchez de Monteseirín en 2001, resucita la reivindicación para conseguir una norma que permita a Sevilla disponer de más competencias y, por tanto, de mayores ingresos de las administraciones públicas, así como acudir a líneas de financiación económica sin pedir autorización.
La gracia es que la Junta ahora está en manos del PP. Con el PSOE, el gobierno andaluz siempre mostró su mejor perfil. Cambia la baraja, pero son las mismas cartas. Por muy verdes que luzcan las corbatas y se presuma de sentimiento andaluz, está comunidad sigue reglada por taifas. Cualquier desequilibrio se paga. Y cuesta enhebrar un discurso creíble para defender que Sevilla tiene la capital por castigo.
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