Ignacio del Valle
Hiperchiringuito
Tal como habíamos quedado, a mediodía del domingo pasado, nos encontramos en el Chipirón colorao mi amigo Lucio y yo. Ese día le vi mejor cara al viejo maestro de escuela, sofista de vocación y epicúreo de pasión. Nada más vernos me preguntó si había recibido invitación para el homenaje que se le hace, organizado por el Consejo Superior de Arquitectos de España, a nuestro querido amigo Carlos Hernández Pezzi, fallecido el 19 de octubre de 2019. –Sí, Lucio, si la he recibido, es el próximo miércoles día 11 a las seis y media en el OMAU. Por cierto que ya han tardado en hacérselo, quizá por causa de que cogiese la pandemia por medio, pero es que fue decano del Colegio de Arquitectos de Andalucía Oriental y presidente, durante ocho años, del Consejo Superior de Arquitectos de España.
Hablamos de Carlos y con añoranza recordamos a tan extraordinario personaje y mejor amigo. Fue un buen arquitecto, un gran humanista, un excepcional erudito y un político de gran altura, integro, honrado y honesto consigo mismo, que siempre tuvo un comportamiento ético y moral intachable. Una persona culta, educada, empática, que de forma natural se granjeaba la simpatía de todos, incluidos sus adversarios políticos. Una persona que de continuo mostraba su gran nivel de inteligencia a través del humor y la ironía; un humor tan fino y agudo que muchos no podían entender. Aún se recuerda la anécdota, una de tantas, de representar al PP como un pitufo viejo con un bastón y al PSOE como un Bart Simpson joven montando un patinete. Era su época de concejal del Ayuntamiento de Málaga. Recuerdo que un día tomando café en la Alameda de Colón con María Gámez, entonces candidata a la alcaldía por el PSOE, y Enrique Salvo, yo abogué por Carlos para que lo llevase como concejal de urbanismo en su lista. Resultó que, por lo que quiera que fuese, lo llevó. Pero el experimento no salió bien. Una pena. Claro que Carlos, cuya trayectoria le llevó de un partido a otro, siempre en las izquierdas, era de por sí bastante independiente y difícilmente se ceñía al corsé de la disciplina de partido. Carlos era mucho más que un militante de un partido, era un erudito patrimonio de la sociedad a la que vivió entregado. Eso se puede ver en la obra que nos dejó escrita. Ya en uno de sus primeros libros, “Amnesia urbana”, que es una recopilación de artículos publicados , nos deja una auténtica radiografía de Málaga. Fue un urbanista de excepción, con visión de futuro y con una conciencia estricta sobre la sostenibilidad y el medio ambiente. En su libro de 2010, “Ciudades contra burbujas”, dice en su dedicatoria: “Este libro es una muestra de agradecimiento a todos los que de una manera o de otra trabajan por dejar a nuestros hijos un planeta digno y limpio, parecido al que recibimos. A los que luchan contra el cambio climático y no viven a costa de los recursos ni a costa de los demás”. Aunque su obra más excelsa es sin duda, “La ciudad compartida. El género de la Arquitectura”, en la que con una excelente factura nos conduce a tomar conciencia de que “la falta de reconocimiento del género de la arquitectura induce a la discriminación urbana de las mujeres”. Escrita en dos libros, uno firmado por María Ángeles Durán, es un tratado feminista serio y documentado. Una obra tan bella como la laudatio que le hizo el profesor Chueca-Goitia en su presentación.
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