La Rayuela
Lola Quero
Nadal ya no es de este tiempo
La meteorología es una de las disciplinas científicas más complejas con las que se enfrenta la humanidad. A pesar de contar hoy con una capacidad de supercomputación inmensa, y conocer con cierta precisión los modelos matemáticos que rigen gran parte de sus comportamientos, el clima se muestra siempre implacable, aleatorio y desconcertante. La tragedia vivida por los efectos de la DANA actual será imposible de olvidar, y ahora nos toca auxiliar a las víctimas y acompañarlas en sus momentos más difíciles.
Tras muchos años de experiencia frente a situaciones extraordinarias, hemos ido clasificando los niveles de alerta y actuación con cierto grado de eficacia. Sin embargo, seguimos fallando en un principio fundamental: es mejor pasarse que quedarse corto. Sacar ahora los enfrentamientos sobre qué administraciones son responsables de actuar son típicos de gestores irresponsables y políticos desalmados. No hace tanto que vivimos una situación similar, con los fallecidos por la pandemia, y las discusiones sobre si las decisiones eran provinciales, autonómicas o nacionales fueron realmente patéticas.
El 26 de agosto de 1983 el cielo también tronó y cayeron 500 litros por m2 sobre Bilbao. El recuerdo de aquella gota fría, que causó 34 muertos y cuantiosos daños, se ha visto hoy superado por lo vivido en Valencia y alrededores. Las ciudades costeras españolas recordamos con crudeza esos episodios pretéritos en los que la climatología se cebó con nuestras tierras, como en Barcelona en 1962, con más de 1.000 muertos, o en Málaga en 1989. Y en virtud de esas experiencias y de cómo supimos superar tan tristes situaciones, mostramos al pueblo valenciano nuestro cariño y todo el apoyo necesario. Porque solo cabe esperar que todos los esfuerzos y la solidaridad que nos caracteriza se dirija ahora especialmente a nuestros paisanos.
Ha llegado el momento para que el ejército, protección civil, medios sanitarios y cuerpos y fuerzas de seguridad del estado coordinen sus medios para superar la situación. No es necesario que alguien quiera colocarse medallas o, peor aún, acusar de las víctimas al resto, solo hace falta sentido común y voluntad de resolver la situación. Porque en el fondo debemos recordar el pensamiento de Samora Machel, padre de la independencia mozambiqueña: “La solidaridad no es un acto de caridad, sino una ayuda mutua entre fuerzas que luchan por el mismo objetivo”.
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