La colmena
Magdalena Trillo
Noah
La ciudad y los días
Son conscientes los malos políticos de esta mala hora de la política española, del daño que están haciendo a la credibilidad y el prestigio de las instituciones? Por supuesto que sí. Y les importa un pito. PP y PSOE, y los medios que con menos disimulo les apoyan, se dirigen solo a los suyos demonizando a los otros. Los suyos, en el caso del PSOE, son quienes creen a pie juntillas que el fiscal general del Estado y la esposa y el hermano del presidente –Ábalos ya no– son inocentes víctimas de una persecución política urdida por el PP con la connivencia de jueces, medios y hasta del Supremo, al que la asociación progresista de fiscales atribuye una “caza de brujas” contra García Ortiz. Los suyos, en el caso del PP, son quienes creen que los tres son culpables y que el Gobierno pone las instituciones al servicio de sus intereses: “Presidencia del Gobierno –ha dicho Ayuso– ha emprendido una operación de Estado contra mí utilizando al fiscal general del Estado. El segundo es un peligro para el Estado de derecho y por eso él y su cuadrilla deben dimitir. El presidente es un peligro para España. Por eso también debe dimitir”. En esta descalificación de las instituciones es en lo único que unos y otros coinciden.
Naturalmente quienes comulgan con estas ruedas de molino no son tantos. La mayoría asiste escandalizada y al final escépticamente indiferente a esta clase acelerada de cinismo en la primera acepción de la palabra, “desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables”, que no en la tercera y filosófica que alude a esos desaseados hippies griegos con algo de coléricos profetas también poco dados a la higiene.
Los suyos que se tragan cuanto digan los nuestros –sean los políticos o la única emisora y el único periódico a los que otorgan credibilidad– son electoralmente relevantes, pero no suficientes. Lo demuestra que no haya mayorías absolutas y que los dos partidos tengan que bichear con los populistas a su izquierda y su derecha y con los independentistas. Por eso les conviene simplificar, esquematizar, radicalizar y elevar muros para que el mayor número posible de ciudadanos les vote como mal menor frente a un mal mayor que en el caso del PSOE sería el auge del fascismo –de ahí su interés en sacar de paseo a Franco– y el del PP la conversión de una España rota en otra Venezuela. Peligrosa estrategia.
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