Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Cuando hablamos del diseño de la ciudad futura, no podemos dejar de pensar en ella como un organismo vivo, donde sus habitantes se interrelacionan, generando sinergias y nuevos modelos de convivencia. Por ello es importante que las universidades contribuyan al análisis de estas relaciones, buscando aquellas estrategias que permitan la mejora progresiva de esa calidad de vida que todos deseamos.
En el año 2012, dentro del VII Programa Marco de Investigación y Desarrollo de la Unión Europea, se establecieron las bases para el desarrollo y despliegue global de las aplicaciones del Internet del Futuro. Con el nombre de FIWARE se acometió la labor titánica de volcar todos los datos generados por los sensores que se estaban desplegando en las ciudades, con financiación pública, sobre una plataforma abierta al mundo. Desde entonces, la cantidad ingente de datos suministrados ha permitido un extraordinario avance en la gestión urbana y en el nacimiento de nuevas e interesantes aplicaciones. Hoy su ecosistema supera ya los 2000 miembros, entre ellos más de 350 ciudades, junto con corporaciones y organismos públicos y privados, conformando un entramado común de datos interconectados. Como se puede imaginar, para las universidades todo ello ha aportado una inmensa base de datos donde el conocimiento y la creatividad permiten desarrollar proyectos, iniciativas y soluciones para nuestros ciudadanos.
Hablar hoy de ciudades inteligentes, tras el excesivo uso que hemos hecho del término Smart adosado a cualquier concepto, sería cuanto menos presuntuoso. Quizás ha llegado el momento de volcar toda esta fantástica red de datos en la búsqueda de soluciones que faciliten la vida de las personas.
Y en ese punto nace la necesidad de dar un paso más hacia las ciudades conscientes. Desde que recientemente se han empezado a desplegar los hogares conscientes, como núcleo vital que, gracias a las tecnologías actuales, velan por la salud, seguridad e interrelación de sus moradores, extender ese concepto a nuestras ciudades es un proceso de simple escalabilidad. Si las casas incorporan hoy soluciones para mejorar nuestra calidad de vida, cuanto más pueden hacerlo las ciudades y sus instituciones. De ahí que felicitemos a la UMA por el premio de Innovación Social Pública al proyecto “vivir en casa”, donde este modelo de ciudad amable es hoy ya una realidad para muchos hogares de nuestra ciudad.
También te puede interesar
Notas al margen
David Fernández
El problema del PSOE-A no es el candidato, es el discurso
Ignacio del Valle
Hiperchiringuito
La esquina
José Aguilar
Un fiscal bajo sospecha
Gafas de cerca
Tacho Rufino
Nuestro maravilloso Elon