Cofradía Tivoli

23 de febrero 2025 - 03:09

Tirorirorirorí …Tivoli…¿Recuerda la melodía? Anunciaba temporada de chiringuito y toalla. La alegría este fin de semana viene de Benalmádena en Cenacheriland. Resurección del sol amarillo y rojo molinete. Nuestro Disneyland desarrollista con Alfredo Landa por vereda chumbera. Pensábamos que aquello se lo iban a merendar con ladrillo malayo y sandokán. Bonitas vistas. Una montaña rusa de subidones y bajones societarios. Desde el 2020 el parque herrumbroso parecía nuestro Chernobyl particular. Un pueblo del oeste fantasma. Un tiovivo que en 2020 dejó de escuchar risas de niños. Escenario perfecto para rodar una película basada en un relato de Stephen King. Asunto del documental filmado por Lucía Muñoz y Sergio Rodrigo. El Tivoli está en la memoria de las vacaciones de más de 30 millones de visitantes. Las instalaciones de nuestro más querido parque de atracciones han seguido en pie gracias a los extrabajadores. Suena bien que el Grupo Tremón vaya a reflotar el invento con la motorización asistida de un hotel de cuatro estrellas y un centro comercial. A ver lo que queda del Tivoli original. Por lo menos nos deja buenos recuerdos y una bonita historia. La de los antiguos currantes que han estado vigilando y cuidando el recinto cuando la empresa petó. Fueron al paro y ahí han seguido fieles y voluntarios como en una cofradía. Atentos. Altruistas. Hermanos. Evitando que los mangantes habituales expolien unas instalaciones carne de chatarra. Reparando las vallas, repintando tapias, haciendo ñapas. Movilizando cerca de 10.000 nostálgicos de Tivoli World por la red social Facebook. Recaudando fondos para dar de comer y echar guindas a los pavos reales y aves que campan por allá. Trabajando por la cara y eso que les han pagado con tivolinos. Esto si que es un notición. La deriva del parque de atracciones cincuentón ha sido un vaivén. De los buenos tiempos setenteros de conciertos en directo con Miguel Ríos, Rocío Jurado, Sara Montiel, Serrat, Lola Flores, en la década siguiente nunca faltaban la Pantoja ni los Morancos. En los años noventa aquello comenzó a hacer más aguas que la barraca del parque de bomberos, uno de sus más de cien divertimentos en aquellas cálidas noches de feria sin parar. Entrados en 2000 intentaron de todo, desde un rastrillo a celebraciones de primeras comuniones, pero ya estaban dinosaurios. Renovaron algún cacharrito con mucho alboroto y quiebra mítica. En estos tiempos de novedades que traen cola, mucha suerte al Tivoli;-)

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