La Rayuela
Lola Quero
El rey de las cloacas
Por montera
De las pavorosas muertes de los tres estudiantes en una vivienda de Huelva, me martillea de manera tormentosa la frase que he leído esta semana en alguna crónica: "se podría haber evitado". En condicional: ¡se podría haber evitado! Y ahora veremos qué condiciones hubieran podido cambiar ese dantesco destino. ¿Se podría haber evitado el siniestro y en consecuencia se podría haber evitado que tres jóvenes perdieran la vida asfixiados por el humo de un incendio que duró unos quince minutos, por lo que la supuesta solución podría reducirse a una tontería? Una tontería asesina. Este pensamiento es ofensivo y ultrajante. La culpa cuyo peso podría recaer de por vida en la conciencia de alguien no tiene cabida. Nadie tiene la culpa de esta tragedia. Todos los chavales parecían responsables según quienes los conocían y excelentes estudiantes a tenor de lo que dicen sus profesores de universidad. Por lo tanto, no hubo irresponsabilidad aparente, aunque sí un descuido, algo de desconocimiento ante esta emergencia y probablemente también fueran víctimas del pavor. Si algo debiésemos aprender de ello sería para tratar de consolar a sus seres queridos. En Andalucía es muy común, de hecho, es parte de nuestra cultura, calentarnos con braseros dentro de las mesas camillas. Este asunto se ha abordado en muchas ocasiones, la mayoría de las veces después de una tragedia similar: el incendio de la tela de la falda y su propagación por el resto de la vivienda. En el piso afectado de la Calle Villanueva de los Castillejos de Huelva se sumaron varios agravantes que se sepan hasta ahora, cuando aún no ha concluido la investigación. Se dejaron el brasero encendido por la noche. Prendió la tela de la camilla. La salita estaba ubicada en la puerta de salida y dentro de la vivienda las habitaciones. Los estudiantes que dormían en los sofás pudieron huir por las ventanas del patio interior. Aquellos que se quedaron atrapados en los dormitorios abrieron las ventanas cuyas rejas les impedían saltar a la calle. Pero el aire que entró avivó la virulencia de las llamas. El oxígeno alimentó aún más el fuego. El trágico desenlace ya es conocido.
Dicen los bomberos que ante un incendio se deben empapar toallas con agua para tapar boca, nariz, y las rendijas de las puertas evitando respirar y que entre el humo. Con dos bocanadas de ese humo se puede morir. Habría que hacer compatible el hecho de poder disfrutar de la tradición del calorcito de una buena mesa camilla y la certeza, de manera definitiva, de que cosas así no vuelvan a suceder.
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