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TRAS matar al primero de la tarde, dice Francisco Rivera Ordóñez a los compañeros de los medios radiofónicos: "Era un auténtico buey de carreta del Rocío". ¡Pues no lo compre, que usted es el empresario! Ciertamente, el citado toro no fue bueno, pero ni fue el peor del encierro de ayer, ni mucho menos el más deslucido de cuantos han pisado el albero malagueño esta Feria. Pero esta es la cruda realidad, en boca de uno de los empresarios de la Plaza que, además, este año ha sido el autor de los tan criticados carteles. O eso dicen. La mayoría de aficionados coinciden al señalar (me sumo) que en todo el ciclo sólo hay uno rematado, fue el del pasado martes, y por supuesto también se fue al traste por el ganado. Parece que este mes de agosto para ver toros hay que abonarse a Digital Plus o sacarse un billete e irse a Bilbao. Por curiosidad, busquen en internet los carteles y comparen. O no, sino quieren que se les pongan los dientes largos. Había, pobres ingenuos (también me sumo), quien tras la euforia que dejó José Tomás, confiaba que la cosa levantaría. Para eso estaba ayer José María Manzanares, pero no se encontró oponente, lo mismo que ya le ha ocurrido a otros tantos toreros. En su primero, el tercero de la tarde, vimos una buena faena a un pobre gatito al que sólo le faltó maullar. Con el manso que cerró plaza, que fue el primer sobrero, el torero -con mayúsculas- estuvo firme y profesional. No hubo toro, sino éste forma un lío. El ganador del Capote de Paseo del pasado año dejó buen sabor de boca entre los aficionados, pero no pudo plasmar una obra de arte como la que aún se recuerda en La Malagueta del último ciclo. Y ahora es costumbre que el broche lo ponga cada tarde los cabestros, que no saben hacer su trabajo.
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