Un cuento catarí

20 de octubre 2024 - 03:11

Erase una vez una sociedad que protestó porque pensaba que el hotel que querían construir en el puerto era muy alto. Sin problema, dijeron los promotores, haremos un nuevo proyecto más bajito. Pero una vez mostrada su buena voluntad y aprobada la modificación del planeamiento sin rebajarles la altura, donde dije digo, dijeron Diego y anunciaron un tercer proyecto con los 150 metros iniciales. Los que les permite el Plan Especial, sabíamos muchos y decían algunos. El hotel tendrá lo que nosotros queramos dentro del máximo que nos permita el Plan Especial y, siempre, lo que más convenga a nuestras cuentas. Tampoco será la torre de Seguí, anunciaron. Ahora será la de David Chipperfield. El arquitecto local estaba bien para gestar la concesión administrativa y salvar la carrera de obstáculos burocráticos previos a la autorización para construir un hotel en un suelo donde, en principio, no hay que construirlo. Para cambiar un Plan Especial que no contemplaba su construcción.

A esas bajezas no se rebaja un premio Pritzker. A un Pritzker se le ponen los proyectos como a Fernando VII para que llegue y se luzca. Aunque para ello deba seguir contando con un socio local que le brinde la infraestructura necesaria sobre el terreno y siga facilitando la brega entre la maraña administrativa local. Y él estará encantado de trabajar con una estrella del star-system, que siempre tiene más glamur que quedarse compuesto y sin novia después de ocho años de cortejo a unos y otros. Y de este modo, el proyecto tampoco será el que hasta ahora conocemos. Porque los edificios, a diferencia de las barras de regaliz de Hansel y Gretel, no son iguales si se hacen más largos. Si un edificio crece un treinta por ciento, no es un “edificio adaptado al planeamiento”, es otro edificio. Y si Chipperfield entra en un proyecto, es para hacer su obra y no para mejorar la de otro. Igual que si lo contratan unos promotores, es para defender con su nombre la construcción de un edificio en medio de la bahía que mucha gente no ve y teme no poder perder de vista si se llega a hacer. Y ahora, tras ocho años de tramitación, nos explican que necesitan tiempo para el estudio geotécnico, que aún no han cerrado nada con el arquitecto inglés, y que las ingenieras tendrán que hacer su trabajo, aunque aún no hay proyecto. Pero que en cuatro meses estará el proyecto definitivo perfectamente definido y todos lo veremos.

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