El lanzador de cuchillos
Martín Domingo
Veinticinco
Cuando comienza el año es ese momento de deseos y buenas intenciones, la mayoría de las veces incumplidas. Ese propósito de ir al gimnasio o de dejar de fumar queda en agua de borrajas, simplemente, porque prevalece la rutina y nos falta la voluntad necesaria para que se produzca ese cambio en nuestra vida cotidiana. Sin embargo, cuando intentamos explicar la transformación en la vida social es diferente. Como afirma Daniel Innerarity, “Estos cambios sociales no se realizan porque no hemos entendido a qué se deben las resistencias y porque insistimos en un modo de producirlos que se ha revelado incapaz…Buena parte de los fracasos de las transformaciones pretendidas por el sistema político proceden de un desconocimiento del sentido de estas resistencias”.
Sea como sea, a pesar de aquellos que sostienen con fundamento la idea de que vivimos en una sociedad mejor que hace tres siglos, como Steven Pinker que está a favor de la tesis del optimismo. Lo cierto es que el universo político de 2025 se presenta caracterizado, sobre todo, por incógnitas e incertidumbres. Probablemente, el mayor dilema que viviremos en 2025 sea el del estado de nuestras democracias. En particular, si van a peor.
Donald Trump se convertirá, sin duda, en uno de los grandes protagonistas de la política del nuevo año. Cuenta con el poder en el Congreso, en el Senado y con mayoría conservadora en el Tribunal Supremo y además cuenta con un gobierno al servicio de una plutocracia, poniendo a Elon Musk con un cargo en su administración. Se espera, sin duda, un giro completo de la política norteamericana de consecuencias imprevisibles en una sociedad tan polarizada como la norteamericana. Si cumple lo dicho, bajará impuestos, llevará a cabo una expulsión de inmigrantes sin precedentes, establecerá una política de aranceles e intentará acabar con la guerra de Ucrania rápidamente, en virtud de sus buenas relaciones con Putin. Dejará de lado el cambio climático y la OTAN. Olvidará los compromisos de Estados Unidos en materia medioambiental y en el cambio climático y obligará a Europa a reforzar sus presupuestos en armamento. Sin duda, China volverá con fuerza y nos sorprenderá durante su mandato.
Otro aspecto interesante, es el malestar que sufren nuestras democracias. Los ciudadanos no perciben, en muchos casos, los buenos resultados de las políticas macroeconómicas de los gobiernos. Puede que los datos de crecimiento económico, de empleo, etc, sean buenos pero la ciudadanía no lo percibe así en su vida cotidiana, en la cesta de la compra. Las clases medias y las clases populares parece que siempre pierden y aunque la sociedad parece que va mejor, a ellas no les afecta esta mejoría. Es más, no es sólo un problema de renta, se mezcla como en España con otros problemas, por ejemplo, la vivienda. Esto genera malestar y, en Europa, como estamos viendo, un crecimiento de la extrema derecha y gobiernos difíciles, como es el caso de Francia y Alemania.
El panorama de nuestras democracias no es halagüeño y ante todo esto podríamos caer, fácilmente, en un evidente pesimismo democrático. Sin embargo, ante los cambios y tendencias posibles no hay que olvidar, la resiliencia de nuestras democracias y el hecho de que son verdaderas ‘democracias resilientes’.
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