Ignacio del Valle
Hiperchiringuito
Confieso que he sido durante toda mi vida unamuniano. La duda ha estado en mí siempre ante toda idea o pensamiento más o menos trascendental. Dudé de mi fe cristiana estudiando la Biblia, a San Pablo, a Teilhard de Chardin y a mi querido y admirado teólogo José María González Ruiz, entre otros muchos, y llegué a la conclusión de que, en contra de lo que decía el Cheuá, el cristianismo si es un humanismo: es la más bonita doctrina del hombre para el hombre, independientemente de su fe en Dios.
Pensé que era buena y cristiana la idea de una sociedad marxista y dudé del marxismo a base de estudiar a Marx, a Lenin, a Engels, a Enrico Berlinguer y al mismísimo Santiago Carrillo. Y, me aparté definitivamente del comunismo cuando en el congreso del PCE en 1975, se abogó por establecer en España una democracia pluripartidista como medio para implantar una “democracia socialista”. Entendí que los comunistas nunca quisieron una democracia. Querían imponer una “democracia socialista” que es un timo como el de la “democracia orgánica” franquista. (Tú, ciudadano, eres libre para elegir, pero uno de entre los que yo Estado te diga). Y digo más, sobre todo, abominé del marxismo cuando lo vi llevado a la práctica en Checoeslovaquia, Hungría y Cuba. Entonces acabó mi duda. Entendí que los únicos que tienen claro el concepto de democracia son los liberales, ya que llevan a la práctica aquello que le decía Juan de Mairena a sus alumnos: “El Demonio, a última hora, no tiene razón; pero tiene razones. Hay que escucharlas todas”.
Fueron mis propias y eternas dudas las que me llevaron a desconfiar de los políticos, que no de la política. Porque el político lleva siempre una máscara que, desgraciadamente en los tiempos actuales, no es la que él se fabrica, sino la que el líder del partido le impone. Además: “Reparad -le decía Juan de Mairena a sus discípulos- que no hay lío político que no sea un trueque”. Y yo, en esto no tengo duda, creo que, en una sociedad democrática, los ciudadanos tenemos derecho a conocer esos trueques.
Me envían, para adherirme a él, un manifiesto pidiendo una comisión de investigación al Rey Emérito, aduciendo el derecho a conocer el papel que jugó en el golpe del 23 F. Y pienso que, ¡Claro que tenemos derecho a conocer aquello que pasó y como pasó!, pero me salta la duda: ¿es más importante para los españoles conocer lo que pasó en 1982, mientras que seguimos sin conocer cosas que nos afectan en el presente y que tienen trascendencias importantes para el futuro? Y, sigo con mis dudas ¿Acaso es eso más importante a que se esclarezca el misterio de las sesenta maletas de la ministra venezolana Delci?, o ¿No es mucho más importante que conozcamos a cambio de qué, Sánchez, en carta personal, le cedió el Sahara al rey de Marruecos? O, dudo, ¿No tenemos derecho los españoles a conocer que ha pactado el PSOE con los independentistas catalanes, a cambio de sus votos? Y, digo yo ¿Cómo es posible que en un país que se dice democrático no se hagan público los pactos sobre asuntos que nos afectan a todos los españoles? ¿Cómo es posible que la izquierda, adalid de la igualdad, no pida una comisión de investigación sobre un pacto que rompe absolutamente la igualdad entre los españoles? Francamente, y esto sí que es una duda, ¿A los españoles nos quede algún derecho con Pedro Sánchez en el poder?
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